Durante unas horas, todo el país habló. Unos bien, otros mal, pero hablaron de él, que es de lo que se trata.
¿La hazaña (televisada)? Hacer caca en directo (detrás de un biombo, eso sí), sacar el mayor billete de curso legal conocido, afirmar sentencioso: "mierda a la mierda" antes de limpiarse con él y terminar pegándole fuego al grito de: "¡mirad cómo arde la mierda!"
Hugo Plato era así. Se autodefinía como un "amante de la libertad, el arte y el humor como valores absolutos. Y, por ello, enemigo declarado, acérrimo y mortal de este sistema opresor y toda la carroña que se alimenta de él y lo mantiene".
Todo esto lo ponía en su página web. La misma de la que Luis había visitado.
Luis, veinteañero con ínfulas de artista pluridisciplinar y socialmente comprometido en ciernes, había sacado de ahí el teléfono de contacto. "Dame un toque para lo que quieras", decía, y venía un número que parecía de móvil.
A Luis el show del billete le había fascinado y lo que había encontrado en Internet lo había terminado de enamorar: Hugo Plato se enfrentaba a todo y a todos. Bancos, políticos, ejército, Iglesia...nadie estaba a salvo de sus ataques de "terrorismo clown", como a Plato les gustaba denominarlos.
Marcó el teléfono con excitación. Por la hora que era, igual le pillaba comiendo. ¿Debería llamar más tarde? No, seguro que a Hugo ese tipo de tonterías le darían igual.
-Buenas Tardes, Platónica Producciones, ¿en qué puedo ayudarle?
Luis dudó.
-Perdón, me debo de haber equivocado, yo preguntaba por Hugo Plato.
-No, está usted al habla con la productora del señor Plato, ¿qué desea?
-Ehhh....¿Podría hablar con Hugo?
-Me temo que el señor Plato no está disponible en estos momentos. ¿Me puede indicar, por favor, el motivo de su llamada?
-¿Motivo? No sé...¡Pues que me gustaría conocer personalmente a Hugo, es que le admiro un huevo..!
-¿Es usted de algún medio de comunicación o productora artística?
-No.
-Lo siento, pero me temo que el señor Plato no concierta encuentros individuales con particulares, pero, si lo que desea es conocerle, le puedo apuntar a alguno de sus talleres magistrales de clown.
-¿Hugo da talleres? ¡Genial, apuntéme al próximo!
-De acuerdo, pues tiene usted que darme sus datos personales e indicarme cómo va a efectuar el pago.
-¿Pago, qué pago?
-Los 100 euros de matrícula que cuesta asistir a cada sesión magistral del señor Plato.
-Pero...no entiendo...Yo pensaba que el señor Plato se limpiaba el curo con el dinero...
-¿Está usted interesado o no, por favor?
-Pero...¡Ese tío es un golfo, un mentiroso, un cabrón!
-Entiendo entonces que ha decidido no apuntarse a la sesión.
-¡Una mierda le voy a dar yo un duro a ese tiparraco!
-Muy bien. ¿Le puedo ayudar en algo más, señor?
-¡Váyanse a cagar usted y Hugo, que con la pasta de los talleres seguro que tienen papel de sobra para limpiarse!
-Muchas gracias por su llamada, señor, que pase un buen día.
Lo dicho, que Hugo Plato era todo un maestro de la provocación.
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