Mientras el resto del equipo se relaja en la ducha, atiende a las tópicas preguntas en busca de polémica de la prensa o se va pitando porque ha quedado a cenar con la super-modelo de turno, Gonzalo Rosales -"El Hombre de Hielo", la última gran sensación del fútbol mundial- se refugía en una esquina y marca un número de teléfono.
-¿Ha visto el partido, Hermano?
Siempre comienza con la misma pregunta. Le da igual lo que diga su prestigiosísimo entrenador británico o los autoproclamados expertos de la prensa, la única opinión que Rosales respeta es la del Hermano Valerio.
Como el escolar que siempre será a ojos del cura, Rosales espera nervioso el dictamen de su maestro. Recibe con alivio y alegría los comentarios positivos, y toma buena nota de todas la críticas, siempre tan constructivas, siempre de dureza tan suave.
Dice la prensa que a "El Hombre de Hielo" no le importa nada, que apenas celebra los goles, que protesta poco a los árbitros.
Mentira, Gonzalo Rosales vive el fútbol como nadie. Fue, es y será su vida, pero hace falta comprenderle, hace falta conocerle, hace falta percatarse de que la intentísima pasión circula subterránea. Algo de lo que sólo el Hermano Valerio parece capaz.
Hace un par de meses, un periodista fisgón en busca de historia sentimentaloide se pasó por el colegio y empezó a hacer preguntas. Le llevaron al Hermano Valerio.
-¿Gonzalito Rosales? Me alegro mucho de su éxito. Siempre fue un alumno correcto y educado, pero muy distante. Igual que es en el campo. Me temo que no hay mucho más que le pueda contar.
De inmediato, el instinto del periodista le indicó que de ahí no iba a sacar ninguna historia. Estaba claro que Rosales no había dejado huella en el colegio.
Esa misma tarde, el Hermano Valerio llamó a Rosales para contarle la anécdota.
-Perdona, hijo, que no haya hablado mejor de tí, pero no me apetece que me metan en ese circo en que han convertido el fútbol.
-Hace bien, Hermano. ¡Ojalá yo pudiera hacer lo mismo y librarme de tanta parafernalia!
-En fin, mañana contra el líder.
-¿Cómo lo ve, Hermano?
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