Dieter siempre pensó que lo del Infierno era un camelo, que, después de todo, Díos -si es que de verdad existía- era poseedor de una capacidad infinita de perdonar y, por tanto, hicieras lo que hicieras, no sería capaz de castigarte. En suma, que lo del Infierno era como esas amenazas de señorita de primaria que luegon jamás se cumplen.
Y, en efecto, Dios le perdonó todas y cada uno de sus pecados de guerra y paz: los hombres asesinados, las mujeres violadas, los niños huérfanos... El problema residió en que fue el propio Dieter el que no logró perdonarse a sí mismo. Tras su muerte, todas sus atrocidades habían pasado ante sus ojos, unos ojos que, libres de las cadenas terrenales, por fin habían podido ver con crudísima claridad. Dios le había ofrecido entrar en el Cielo, vivir la Gloria Eterna, pero Dieter no era capaz de aceptarlo, unos desgarradores remordimientos le impedían hacerlo.
-No, Señor, no merezco eso.
-¿Qué quieres entonces?
-No sé...Alguna manera de reparar todo el daño que he causado. pero no existe.
-No puedes salvar a los que ya mataste, pero puedes volver a la tierra e intentar ayudar a otros.
-¿Es eso posible?
-Sí, si ese es tu deseo.
-Lo es, Padre.
Desde ese momento, y hace ya casi medio siglo, Dieter es un Guardián. Vaga por las calles en busca de oportunidades de hacer el Bien y combatir el Mal, grandes o pequeñas, eso da igual. Es la única manera de aliviar su dolor, aunque sea sólo de modo momentáneo.
Dios le dijo: "Cuando sientas que estás preparado, ven conmigo al Paraíso", pero, de momento, cree que aún le falta mucho. Jack, un guardián americano al que había conocido, tardó casi veinte años en encontrar la auto-redención y pedir subir al Cielo. Y Jack sólo tenía una muerte bajo su conciencia.
No son jóvenes, no son rubios, no son guapos, y, desde
luego, tienen sexo. La mayoría son viejos, eternamente viejos -de la
edad en que les cazó la muerte- y merodean por las calles y las esquinas
con el único objetivo de ayudarnos.
¿Quién sabe?, puede que con un poco de suerte, alguno de ellos -o de ellas- se cruce en su camino.
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