Los inspectores Grenella y García contemplaban el chamuscado coche, como si éste fuera a darles la solución del enigma. En eso llegó el agente Zueteri.
-Se acaba de recibir la llamada de "La Hermandad". Dicen que han quemado el coche de Vigiprosa en respuesta a una contestación muy descortés que uno de sus empleados dio a un cliente.
-Y, por supuesto, no han dicho ni cuándo ni dónde.
-No, inspector.
-Ya. Otra aguja en otro pajar. En fin, gracias agente.
En efecto, la "Hermandad de los Consumidores y Usuarios Justicieros" traía de cabeza a toda la policía del país. Y también a las empresas.
La idea era muy sencilla: un número indeterminado de personas habían formado una especie de sociedad secreta de apoyo mutuo. Cuando alguna de ellas se sentía ofendida o agraviada por alguna empresa de cualquier tamaño, en vez de pedir el libro de reclamaciones, pasaban a la acción directa. Ellos decían que eso era mucho más efectivo que los dichosos cauces ortodoxos de protesta.
Su acto de presentación había sido sellar de madrugada las cerraduras de diez tiendas de una compañía de telefonía movil, una por cada minuto que uno de los miembros de "La Hermandad" había tenido que esperar que lo atendieran en la línea de ayuda. "Ustedes ganan mucho dinero, empleen algo en contratar más personal", así terminaba aquel primer mensaje de reivindicación.
Desde entonces, ningún tipo de negocio se había librado de las fechorías de la Hermandad, desde unos grandes almacenes que se habían negado a cambiar un producto defectuoso hasta un banco que había denegado un crédito, de modo injustificado según "La Hermandad".
Delitos, que por supuesto, eran una agujas en un pajar. ¿Cuántos créditos se deniegan al día? ¿Cuántos incidentes hay entre empleados de seguridad y clientes?
De modo predecible y preocupante, "La Hermandad" cada vez disfrutaba de un mayor favor entre la opinión pública. No habían derramado una gota de sangre y hacían realidad esos sueños de arrebatado que todo el mundo tiene cuando siente que lo han timado.
Pero lo peor y más alarmante era que la empresas estaban empezando a usar los ataques de "La Hermandad" como arma arrojadiza las unas contra las otras. "Al contrario que la competencia, nosotros no tenemos por qué temer a 'La Hermandad'", rezaba una campaña de una marca de coches .
Ante ese panorama, los inspectores Grenella y García poco podían hacer.
-La verdad es que los tíos Vigiprosa son un poco bordes. ¿Te conté lo que me dijo uno porque intenté entrar en el supermercado cuando quedaban tres minutos para cerrar?
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