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miércoles, 16 de febrero de 2011

Todos Tenemos un Amigo Juerguista.

Un juerguista no se hace,  nace (por lo general a las cuatro de la mañana y dando berridos). Suelen ser, además, bebés prematuros, pues esas gamas innatas de salir que les corren por la sangre precipitan que a la mínima oportunidad ya estén fuera. Entonces, lo llevan a la sala donde están todos los neonatos dando voces y lo meten en una incubadora, por lo que él suele pensar. "¡Joder, qué ambientazo hay por aquí! ¡que suerte que a mí me hayan metido en un reservado!"

Y, desde ahí, un no parar. No se pierde una fiesta de cumpleaños, boda, bautizo o comunión. Siempre en el centro del sarao, siempre dando botes y voces.

Hasta que llegamos a la adolescencia, el momento en que nuestro amigo el juerguista florece como el capullo que es. Se pasará toda su existencia fuera de casa, salvo alguna que otra breve parada técnica (cual fórmula 1) para ducharse y pedir más dinero,

Los estudios universitarios los cursará, por ley natural, tan lejos de casa como sea posible, preferentemente en el extranjero (con el consiguiente peligro de que nos busquemos un incidente diplomático). Residirá en uno de esos hipermercados del ocio juvenil canalla popularmente conocidos como "colegio mayor" y será asiduo de todo tipo de celebraciones, con un espíritu de multiculturalidad paneuropeísta que le hará apuntarse a cualquier actividad donde haya alcohol y/o chavalas. (En los ratos libres que todo esto le deje, estudiará la carrera).

El juerguista siempre se termina casando, más por disfrutar de la oportunidad de ir a una boda que porque tenga mucha intención de formar una familia. Al poco, su flamante esposa le da un ultimátum: "¡O la noche o yo!". "Pues hala, ha sido un placer", contesta seguro y presto el juerguista. En consecuencia, nuestro amigo se acaba separando al poco tiempo de la boda e inicia una existencia de vampiro discotequero.

Mas al final, al juerguista se le acaba terminando la juerga (como a todo el mundo) y, tras una última noche de empalme después de muerto (al más puro estilo de El Cid), recibe cristiana sepultura. (El detalle de que un juerguista puro ha fallecido se suele mantener en secreto, por aquello de que las acciones de la JB no se desplomen en la Bolsa).

Su epitafio: "Igual esta noche no salgo, que estoy hecho polvo".

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