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sábado, 12 de febrero de 2011

Muerte de un Mulillero.

Por testigos de excepción, un sol que se filtró perezoso por entre un muró de nubes del color del plomo, y los dos mil ojos plenos de terror de mil forofos seguidores del toreo.

En un extremo del ruedo, el torero, celeste y oro, luce un gesto serio y sombrío prendido en su bello rostro. Su reluciente pelo es muy oscuro, como un espejo del profundo dolor que recorre los tendidos. Por escuderos del diestro, sus tres peones y sus dos jinetes, del mismo modo sumidos en el horror. 

En el otro extremo del redondel, el toro, frío verdugo de color negro, como luciendo un irónico luto por su indefenso reo, emite un chulesco bufido, como quien presume orgulloso de sus relucientes pitones recién teñidos de un tono rojo que es pregonero de muerte.

En el centro, el cuerpo inerte de un humilde mulillero, que dejó este mundo sin poder despedirse de su mujer o sus hijos. No les legó dinero o posesiones, solo un dolor intenso y miles de recuerdos eternos.

Murió un mulillero, pero no piense usted que fue por no comprender el primer concepto de los que por profesión eligieron recorrer con el toro ese último sendero que tiene como destino unos cuchillos que lo convierten en filetes. (Es decir: los cuernos ni olerlos si no es después de muerto el bicho).

Fue, de hecho, por tener ese pobre individuo sueños de convertirse en primer estoque. Como en su juventud no consiguió ser ni novillero, optó por coger el último tren con el incierto destino de ser feliz (empero con billete de muy posible suicidio), y probó suerte entre tercios. No recibió en premio por ello sino el beso gélido y cruel de eso que usted y yo conocemos y tememos por lo que tiene de incertidumbre, por otro nombre muerte.

¡Oh, mulillero que encontró su fin por perseguir un deseo imposible, héroe entre los héroes eternos que perecieron como colofón de su propio destino!, es por ti que hoy escribo este texto como mi sincero tributo.












(Obviamente, ni hubo mulillero, ni torero, ni toro ni ná. Simplemente me apetecía ver si era capaz de escribir veinte líneas con algo de sentido sin usar la letra "a", y esto es lo que me ha salido. Podría haber sido peor).

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