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domingo, 13 de febrero de 2011

Gracia del Río (Un Pueblo con Poco de Ambas): Sergio.

Sergio no tiene apellidos, o, mejor dicho, no tiene la voluntad de compartirlos con nadie. Es cosa común entre los que, como él, se bebieron una familia y un negocio.

Sergio llegó a Gracia del Río en busca de refugio de los que lo despreciaban y criticaban, o, quizás, llegó huyendo de sí mismo.

Dio igual, Gracia del Río lo acogió como lo que el pueblo es: una madre excéntrica y cariñosa que achucha calurosa en su seno a todo aquel que viene pidiendo ayuda.

Sergio, a su modo, es feliz, que es la única forma bonita de serlo. Y no como esos que viven una felicidad normalizada de plástico que otros diseñaron por ellos.

Sergio trabaja, oficialmente, en el servicio de recogida de residuos, aunque prefiere calificarse a sí mismo como un "basurero". Y se ríe de los que se ríen de su profesión. Porque la primera basura que retiró al entrar a trabajar fue la que se amontonaba en su vida.

Solo con levantarse por la mañana sin dolor de cabeza, lavarse una cara con los ojos limpios y afeitarse sin que le tiemblen las manos ya se siente el rey del mundo. Porque es una persona plena de dignidad que ejercita esa dignidad en un empleo digno.

Y lo demás, gilipolleces para vender productos por la televisión.

Sergio al principio no podía ni acercarse al bar de Matías, pero ahora para todas las tardes. Se siente seguro, pues sabe que allí hay amigos que los atarían de pies y manos antes que dejarle probar una gota que no debe.

Con su zumito de naranja en la mano, Sergio contemplaba serio la televisión. Ya sabe, uno de esos documentales sobre la juventud y los fines de semana. Por fin, la seriedad se le rompió con una sonrisa de amargura irónica.

-¡Hay que joderse! Cuando yo bebía por sistema era un borracho alcohólico de mierda. En cambio, esta gente se está divirtiendo...Mira, Matías, te digo una cosa, y sé bien de lo que hablo: los que beben por beber, por sistema, inercia y costumbre, sin razón justificada o sin saber por qué...Esos están hasta arriba de problemas y son unos puros infelices, por mucho que no lo quieran reconocer.

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