Los golpecitos del agua contra el metal parecían los latidos del corazón de su propia ansiedad.
-¡A ver cuando arreglan la jodida gotera!
Para Bruce Granger, lo de menos es que fuera lunes, porque, desde hacía meses, para él todos los días eran lunes. Vivía cautivo en una espiral de problemas, estrés y sufrimiento que -casi con toda seguridad- iba a tener su apoteosis el martes de la semana siguiente.
Eso le pasaba por meterse a director de campaña electoral de William Charlty, un presidente chapucero en busca de reelección. "¡Ni de coña, Billy!", había sido el titular de Tribune, resumen del sentir popular de aquel país, decepcionado, sin duda, porque Charlty no hubiera podido cumplir con su lema de campaña: "¡El Sueño Americano Continúa!"
"El Sueño se ha ido, pero yo sé donde ir a buscarle", era la machacona frase con la que Zack Jones, rival de Charlty, se había ido granjeando una victoria que parecía casi asegurada.
A no ser que Granger y su equipo convencieran a todo un país de que el Sueño Americano seguía ahí, entre tanto economía ruinosa y tanto conflicto armado en la otra punta del mundo. Y tenían una semana para lograrlo.
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