Señor,
Que mi lengua sirva para criticar a las ideas, y no para insultar a las personas.
Que la única censura para la Libertad de mis palabras me la dicte el corazón, y que ese corazón jamás me lo ciegue la ambición, lo guíe el odio o me lo pudra la grosería.
Que la soberbia ni me tape los oídos ni me nuble el entendimiento.
Que, de vez en cuando, tenga la sabiduría y la humildad de reconocer que estaba equivocado.
Que me regale mucho, pero jamás me venda.
Que le pongan precio a mi conciencia, pero jamás la capturen.
Recuérdame a diario que es posible que muchas de mis verdades sean mentira.
No toleres que me vuelva un intolerante.
Permite que respete hasta a los que no me respetan.
En suma, ponme del lado de la alegría y las sonrisas, pues ese el bando en que quiero pelear.
Gracias, Señor.
(Si usted es creyente, por Señor me refiero a Dios, y si no lo es, por Señor me refiero a usted mismo).
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