Los idiomas nacieron para permitir que las personas se comunicaran. Al principio, simples, dependientes casi más de los gestos y las sonrisas que de los sonidos. Pero, poco a poco, fueron creciendo, en gran medida porque se nutrían de otros idiomas, porque "esto que me traes para mí es nuevo, y, como no tengo palabra, voy a usar la tuya".
Hasta que empezaron a meter a los idiomas en política, y volvieron a las lenguas estandartes de pureza nacional e individualidad cultural. (¡Que raro, si a las lenguas lo que más les gusta es mezclarse!)
Es por esto que me deja perplejo y apenado que tantos quieran ver al Castellano (o Español, o como a usted le dé la Real Gana Fútbol Club) y al Catalán como enemigos.
Del Catalán nos vino el "orgullo" ese al que tanto apelan en la "prensa" y las "pantallas"; las "faenas" de las que tanto disfrutan con un "clavel" en el ojal; los "burdeles" y las "borracheras" de su juventud; las "chuletas" de sus "convites" de boda, bautizo y comunión; los "viajes" por España; los "envites" de sus partidas de naipes y las "grescas" de después; sus altos "linajes" de los que gustan presumir...
Si por venir, hasta "quijote" viene del Catalán. Ya ve, el buque insignia y la máxima expresión de la Literatura Castellana bebe su titulo de la lengua presuntamente enemiga.
(Las palabras entrecomilladas llegaron al Castellano a través del Catalán, que ya lo he mirado yo en el diccionario de la RAE on-line).
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