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domingo, 7 de febrero de 2010

En Busca de la Sabiduría (¿Dónde la Habré Puesto?)

Hay dos tipos de personas: las que saben mucho y las que no saben a nada.

Fue por esto que decidí iniciar la búsqueda de la Sabiduría de la que por completo carecía. Y, como no sabía por dónde empezar (lógico), me fui al Tíbet, que los de allí tienen muy buena prensa cuando se trata de estas cosas.

"¿Tienes tú el secreto de la Sabiduría?", le dije a un ancianito que estaba sentado a la puerta de su casa en la nevada mañana de una aldea tibetana. El anciano levantó la vista hacia mí, me miró con ojos azul piscina de urbanización pija y me dijo así:

"No, pero tengo unos bollitos típicos de la región que están cojonudos. ¿Cuántos te pongo?"

Le cogí cuarto y mitad y proseguí con mi aventura.

Escalando un 8.000, con el viento acelerado contra mi cara, y sin más compañía que la de un sherpa al que le había preguntado cómo se llegaba a la cumbre, y que me dijo que le cogía de camino, me pregunté si todo aquello merecía la pena, me asaltaron las dudas. ¿Era ese el secreto de la Sabiduría? ¿No tener dudas? Tenía la sensación de que iba a llegar a alguna parte. Lastima que también nos asaltara la guerrilla maoista y tuviera que interrumpir mi reflexión.

A 7.454 metros, los bollitos (que estaban muy ricos, las cosas como son) me traicionaron y tuvo un apretón, lo cual me valió el record Guinness de "Ataque Agudo de Cagalera a Mayor Altitud".

Por fin, llegué a la cima. Totalmente exhausto y famélico. Vamos, que si no es por la hamburguesa que me tomé en el Burger King que había allí, no lo cuento.

Ante mí, la morada del hombre más sabio del mundo. Me acerqué con paso lento y temeroso, casi reverencial. En la puerta de madera, clavada una sencilla nota escrita a lápiz.

"Estoy dando un cursillo a unos ejecutivos de la Sony en Punta Cana. Echen lo que sea por debajo de la puerta. Para urgencias, dar recado al del Burger King"

¡No sabía nà el Sabio!

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