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jueves, 11 de febrero de 2010

El Síndrome de Shilton (Suerte, Vista y al Balón).

Escribir este blog me ha servido, entre otras muchas cosas, para darme cuenta de que siento una curiosa fascinación por los penaltis. Así que, me temo, esta no será la última entrada con el "punto fatídico" (y toda su parafernalia) como protagonistas.

Bueno, al grano. Nuestros protagonistas de hoy son la tanda que envió a casa a Inglaterra en el Mundial 90 (a botas de Alemania), y Peter Shilton, el portero "pérfido-albionés" (en efecto, el damnificado de la "mano divina" y el "gol divino" de Maradona).

No tuvo su día (o su noche) el de Leicester, pues se tragó los cuatro lanzamientos que le hicieron. Y los cuatro por poco, ya que en todos logró tirarse para el lado correcto. Pero es que, ¡perro destino!, los teutones le zumbaron unos cañonazos que no había anglicano que llegara.

Aunque, viendo las imágenes a detenimiento lento, da la impresión de que Shilton se tira un parpadeo tarde, que le falta su pizquita decisiva de decisión.

Amigo mío, la única manera de parar un penalti es encomendarse a la intuición, tirarse para un lado en la décima justa y confiar en que al delantero no le dé tiempo a rectificar (dicho así, suena muy fácil).

Y, al fin y al cabo, ¿qué es la vida sino una larguísima tanda de penaltis?

Uno de los lanzamientos de marras. Cuando Shilton inicia el vuelo, el pájaro ya ha pasado, ¿ve a lo que me refiero?

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