Yo quise estudiar Griego (Clásico) con 16 primaveras, pero eramos pocos los afectados por tal locura, así que tocaba elegir: o irse a otro colegio u otra ración anual de Matemáticas. Yo tenía pocas ganas de cambio (debí ser un adolescente un poco raro), con lo que traicioné a aquel alfabeto tan raro y tan atractivo por los logaritmos y las integrales.
A causa de esta "greco-ignorancia" que desde entonces arrastro, no sé si esta palabra que me he inventado -"Psemacracia"-, de "psema" (mentira) y "cracia" (fuerza, gobierno)- está bien construida. Conste, pues, mi necia disculpa de entrada.
A lo que voy, que todo es mentira y que todos mentimos. Constantemente. ¿Cuántas ha contado usted hoy?
Mentiras de todos los colores, chiquitas y goliáticas, anecdóticas e intrascendentes. Engranajes de un sistema en que todo el mundo da por cierto que con frecuencia no se dice la verdad.
(Mentira que el señor presidente está reunido, que los deberes se olvidaron en la casa del pueblo, que el coche estará a punto mañana y que nuestro corresponsal cuenta todo lo que vio).
Y así funciona nuestro mundo, metido hasta las cejas en un complejo Sistema-Pinocho en el que todos mentimos a todos, y en el todos confiamos en que nuestro aliados nos cubran en nuestra mentira, del mismo modo que nosotros les cubrimos en la suya.
Embuste, engaño, milonga, bulo, trola, infundio, patraña...Da igual de qué se le disfrace: se llama mentira, mentira y mentira.
Y, por último, recuerde: cualquiera que le diga que siempre dice la verdad, miente.
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