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domingo, 13 de diciembre de 2009

Discursos, Transcursos y (Ausencia de) Recursos.

Todo el mundo ama a Groucho Marx, ha visto todas sus películas por triplicado y leído sus libros hasta borrar la tinta. Resulta, pues, curioso que siempre que se le cita, la frase en cuestión pertenece a una corta lista que sale en Wikipedia.

Todo esto viene a cuento de una mis frases favoritas del señor Marx (favorita mía y de nadie más, porque no sale en la lista arriba mencionada). Pertenece a "Una Noche en la Ópera", más en concreto, al momento en que sus hermanos -disfrazados de famosos aviadores- van a dar un discurso. La cita es: "Dense prisa, he visto a un tipo con una soga ahí abajo". No se me ocurre mejor y más precisa lección de oratoria.

¿Por que esa manía de hacer los discursos tan largos? ¿Por qué la creencia de que la brevedad transmite chapuza, improvisación o superficialidad? Yo pienso firmemente que el cerebro y el corazón humanos sólo tienen la capacidad de atesorar frases, jamás discursos. Por tanto, no me lea veinte folios, dígame doscientas palabras bien dichas, vaya al grano, déjese de paja (mental) y deme una idea para cambiar mi mundo y la vida.

(¡Cómo si esto fuera fácil! La síntesis es un hechizo sólo al alcance de los magos más geniales, y, además, requiere de mucho más esfuerzo que tirarse media hora homenajeando a un loro como papagayos).

Para rematar, permítame, ya que abrí con Groucho, cerrar con Churchill: "Voy a dar un discurso largo, porque no he tenido tiempo de preparar uno corto". ¿Se da cuenta? ¡A mí me hacen faltan cuatro párrafos; a un genio, un renglón!).

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