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lunes, 9 de marzo de 2009

Fútbol es (Sólo) Fútbol.

Desde que tengo uso de razón (o sea, desde que me gusta el fútbol) siempre me había sorprendido lo malo que parecía el portero que defendió la meta de Holanda en la final del 74. Creía que aquel tipo que ni se molestó en tirarse en el penalty o cuando el segundo gol le pasó razonablemente cerca (¡aunque vea que no llega, un portero siempre se tira por pura "vergüenza portera", leñe!), le había despojado a la "Naranja Mecánica" de un más que merecido mundial. ¡Pero si hasta jugó con el número 8! Jan Jongbloed se llamaba y se llama ese hombre. Y, sospecho, si le recordara aquella nefasta final, apenas le sacaría una sonrisa de indiferencia.

Jan Jongbloed sufrió en sus carnes la mayor de las maldiciones: ver morir a un hijo, de golpe y delante de sus impotentes ojos ojos. A Erik Jongbloed (portero como su padre) lo partió un rayo -literalmente-. Fue durante un partido de exhibición el 23 de septiembre de 1984. Y Jan estaba allí para verlo todo.

Sirva esta entrada de hoy para recordarnos que, cuando lo que te entristece es el fútbol, significa que eres feliz.

Homenaje al malogrado Erik Jongbloed. Descansa en paz, portero.

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