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domingo, 15 de marzo de 2009

Cuentos de Hadas que Terminan Regular: Curiosidad.

Las Hadas Madrinas son dulces y leales. Tanto, que hasta te van a ver a la cárcel si has tenido un traspiés con la justicia.

Aunque lo del muchacho era mucho más que un desliz. Se había manchado las manos de sangre; él, que lo había conseguido todo con la tinta.

No hacía un año, era un completo desconocido, y, de repente, una novela genial de un autor salido de la nada, una aclamación unánime desde China a Chile y la inmortalidad literaria. Pero a él todo aquello parecía darle igual. Recibía los premios con el mismo aire de indiferencia resignada del que coge propaganda a la puerta del metro.

Y, cuando la humanidad entera esperaba ávida el siguiente libro, él se compró una pistola de segunda mano, se presentó en una hamburguesería cualquiera y disparó indiscriminadamente hasta que se le agotaron las balas. No se resistió a la policía, no se defendió en el juicio, y volvió a sacar a pasear su gesto indiferente para recibir la noticia de que se pudriría entre rejas.

Los guardas de la cárcel decían que tenía empapelada su celda con los cheques en blanco con que los mercaderes de la carroña le tentaban a diario para que lo contara todo. Era inútil, no pensaba volver a juntar dos letras. Y tampoco concedía entrevistas ni recibía visitas. Nadie sabía por qué había hecho una excepción con aquella dulce ancianita.

-¿Por qué lo hiciste, hijo?

-¿El qué?

-¡Matar a toda esa gente!

-Curiosidad.-contestó ejerciendo una sonrisa por primera vez en mucho tiempo.

-¿Curiosidad?

-Sí, una mañana me levanté y me dio por preguntarme: "Si creara la mejor novela del siglo y luego hiciera una horrenda masacre, ¿por cuál de las dos cosas se me recordaría más?" Así que me puse a escribir...Siempre he sido un tipo muy curioso.

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