Lo admito y lo confieso: soy muy asquerosito para eso del comer. Cuando estoy desgastando empaste, no me gusta que se hable de pipises, caquitas o territorios aledaños.
Comprendo que hay personas que, de pura costumbre, mencionan estos temas con la mayor naturalidad (al fin y al sargento, ¿qué más natural que las necesidades fisiológicas?) Pero uno, que ni es curtida mamá ni señorita de pérfidos renacuajos, como que no lleva muy bien eso de que se diga: "Pues Alvarito ha devuelto todo el desayuno sobre su pupitre", mientras uno está degustando un puré de incertidumbres de verdura (que son los que se sirven en los comedores escolares).
Y no, no me vale de desagravio y consuelo eso de "con perdón de la mesa". Si me apura, incluso es peor todavía.
Y aquí lo dejo, que me estoy poniendo hasta malo.
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