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martes, 3 de febrero de 2009

Forja de Traidores. (El Hombre que Robó un Caza).

No se engañe. No importa lo compacto que parezca un grupo, siempre habrá en el un traidor en potencia. Incluso en la Fuerza Aérea Iraquí de los años 60.

Encontrar un traidor es fácil si se sabe dónde y cómo buscar (en realidad, esto último es aplicable a cualquier búsqueda...Estoy por quitarlo...Nah, lo voy a dejar).

Paso 1: Busque la pieza que no termina de encajar, el que es un poco diferente o un recién llegado. En el caso que tomamos como ejemplo, el servicio secreto israelí puso sus ojos en un oficial de origen cristiano.

Paso 2: Contacte como quien no quiere la cosa, con naturalidad. El nuestro ejemplo, una bella norteamericana conoce casualmente al piloto en una fiesta.

Paso 3: Intime. La americana y el iraquí se caen bien, y deciden hacer una escapadita turística a Europa.

Paso 4: Sonsaque, malmeta y meta el dedo en las heridas más profundas. En el caso en cuestión, ella averigua que el piloto se sentía un poco resentido porque aún no era jefe de escuadrón y, además, no le hacían mucha gracia ciertas misiones de bombardeo contra la población kurda. Ella, con maestría, aviva el fuego del resentimiento y la mala conciencia.

Paso 5: Es el momento de hacer la oferta, que, por supuesto, se debe aderezar con una buena cantidad de pasta: 1 millón de dolares (¡¡¡de 1966!!!)

Y ya está. El 16 de agosto de 1966, Munir Redfa despegó en una misión ordinaria de entrenamiento. Puso proa hacia oeste, apagó la radio (donde le ordenaban a voz en grito que volviera de inmediato), llega a Jordania y, a toda velocidad, se planta sobre la frontera con Israel, donde le esperan un par de cazas judíos.

Y esta es la historia de un traidor o un héroe, según se mire o se cuente. Desapareció (junto con toda su familia, a la que habían sacado del país en una operación paralela), sin dejar otro rastro que un sofisticado avión militar en manos del enemigo.

El cacharro en cuestión, en su actual retiro dorado en un museo de Israel.

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