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domingo, 15 de febrero de 2009

Cuentos de Hadas que Terminan Regular: El Pastor Bobo.

Los pastores saben mucho de cuándo va a llover y muy poquito de la vida.

Marcial no tenía más familia que su rebaño. Con sus ovejas se levantaba, pasaba el día en los pastos y con ellas se iba a dormir (alguna mala lengua del pueblo habría escrito aquí "se acostaba").

Marcial amaba a sus ovejas -se desvivía por ellas- y, se figuraba él, ellas también lo amaban mucho en correspondecia a sus desvelos. Lo único que lamentaba era que los pobres animalicos no pudieran hablar como las personas, para así poder hacer llegarle todo su afecto.

Un buen día, el hada madrina de Marcial se le presentó en mitad del monte y le ofreció concederle un deseo. Marcial no dudo ni un instante.

"¡Menudo pringado es el pastor! ¡Todo el día sentado bajo el árbol sin nada mejor que hacer que cuidar de nosotras!"

"A mí me produce un poco de pena. En el fondo no es más que un pobre infeliz!

"¡Pues a mi me da asco! Parece que nunca se lava"

Estas y otras lindezas similares escuchó el pobre Marcial de sus queridas ovejitas. Al principio, sintió ganas de sacrificarlas a todas o, simplemente, vender el rebaño esa misma semana en el mercado. Pero, por suerte, se tranquilizó rápidamente. Aprendió a ver a aquellas ovejas bobas meramente como su fuente de ingresos. También aprendió a hacer oídos sordos a sus tonterías.

Y se compró un perro, que ésos son mucho más inteligentes que el colectivo ovino y, por tanto, más agradecidos.

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