Homenajear es siempre agradable. Si el sujeto está vivo, porque el evento de ordinario trae aparejada una cena de las de corbata y langostino; y en caso de que el particular haya fallecido, porque permite que a uno le rodeen los micrófonos y salir en la tele, que no deja de ser un gusto para el ego.
Homenajear es tela de sencillo, basta con seguir alguno de los patrones establecidos:
-Surtido de tópicos (a elegir uno): "simplemente, un hombre bueno", "una persona de inconmensurable humanidad", "su producción literaria palidece ante su categoría como ser humano", "se nos ha ido una figura clave"...
-Anécdota sabrosa: Introducida de alguna de estas tres maneras
a)Recuerdo el día en que nos conocimos...
b)Hay una pequeña historia que resume a la perfección...
c)No si se te acordarás, querido Fulatino, de aquella vez que tú y yo...
-Comparación elogiosa: por la que cualquier humorista pasa a ser el "Charlie Chaplin español", cualquier cantante el "Frank Sinatra español" o cualquier actor el "Marlon Brando" español. Se remata a la perfección con un "mejor dicho dicho, Frank Sinatra era el Fulanito americano".
-Video-resumen: con los grandes momentos. La idea es que la concurrencia rompa en aplausos en, al menos, tres o cuatro instantes. Luego se le da una copia al homenajeado para que la guarde en el salón y no la vea más en su vida.
Ha, y no olvide que cualquier homenaje se cierra con entrega de placa conmemorativa, la ovación del público puesto en pie, y el cálido abrazo con golpecitos de espalda.
Y si el homenajeado tiene más de 80 años, no le deje hablar. Que, a esas edades, la cabeza ya falla y, para colmo, hay una preocupante tendencia a la divagación más cruel.
Respetando los cánones.
Un poco de "Música a Cuento de..." Homenajes. Pues mi enésimo homenaje a un tal Groucho Marx. De uno que le hicieron, "Hello, I must be going".
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