Caprichos de la lengua que haya dos tipos de velas.
Unas, procedentes del latín de "vigilare", son las de cera y pabilo (vamos, la mecha). Las que dan luz (y, con ella, esperanza), las que evocan las noches sin dormir, que, para bien o para mal, siempre son inolvidables.
Otras, también nietas del latín, vienen de "velum", o sea, "velos". Esas son las que mueven a los barcos, o a lo que metafóricamente se quiera.
Aunque, en realidad, lo que empuja a la embarcación (o lo que se quiera) es el viento. El mismo viento que apaga las velas.
Por tanto, todo en la vida acaba siendo una cuestión del tipo de velas que le presentamos al viento, que siempre estará ahí. Para tirar de nosotros o para hundirnos en la oscuridad.
Usted elige.
Hoy teníamos el día pretencioso. ¡Qué le vamos a hacer!
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