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sábado, 22 de noviembre de 2008

30 Historias para 30 Derechos: Artículo 13.

"1. Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado.

2. Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país".

El suelo tembló otra vez, aparentemente con más fuerza que en las tres ocasiones anteriores. Los papás se volvieron a echar las manos a las orejas, pero el intento de darle esquinazo al desagradable ruido a reacción resultó de nuevo estéril. El nene se limitó a sonreír extasiado y echar la vista al cielo con la palma de la mano por visera.

-Los dos "Mirage" franceses que llegaron el jueves para las maniobras internacionales. Ya se vuelven a casa.

Los papás se descubrieron lentamente los oídos y miraron a su unigénito del alma con la cara de incredulidad más increíble que imaginarse pueda. El padre intento hacer una nueva llamada a la cordura:

-Hijo mío, ¿cómo te vas a construir aquí la casa? ¡Que pasan bichos de esos cada cinco minutos! ¡Vas a perder el oído y la cabeza!

-Papá, no son "bichos", son aviones y la cabeza ya la perdí por ellos hace mucho tiempo.

La madre lo vio claro, era el momento de tirar por la desesperada. Se hincó de rodillas ante su niño y abrió el grifo ocular a topé.

-¡Corazón, que es una locura! ¡Que luego se te pasa el capricho y esto no te lo compra nadie!

Pero la decisión estaba tomada. De vuelta al hogar, los papás daban en el coche un concierto de lamentos y resoplidos, con algún toque ocasional de reproche.

-¡Si no le hubieras comprado todas aquellas dichosas maquetas de pequeño!

-¡Pues a ti bien bonitas que te parecían!

-En fin, él sabrá, que ya es mayorcito y es su dinero-zanjó la mamá. Clavó el ceño fruncido en el cielo y, entre dientes, suspiro: "¡Ay Dios mío, cuando te pedí que no dejaras que mi pequeñín se metiera en la droga, también debí incluir lo de los aviones!"

En ese mismo instante, otro de aquellos cacharros infernales cruzó por entre las nubes a toda velocidad y ruido.

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