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viernes, 14 de noviembre de 2008

30 Historias para 30 Derechos: Artículo 5.

"Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes".

Víctor contemplaba en silencio y rabia la pantalla del televisor. Al ancianito enfocado por las cámaras ya no le quedaba nada del hombre que había sido 40 años atrás. Ni siquiera aquella mirada de alimaña feroz. Arropado por una cálida ovación, hasta parecía que estuviera a punto de echarse a llorar. Él, que tantas veces había demostrado ser inmune a los llantos, los gritos y las súplicas de piedad.

"Borrón y cuenta nueva. No demos amparo al sentimiento del rencor y retomemos la senda común con fraternidad. Reconcicialición nacional". Sí, el cambio en aquel país había estado cuajado de frases bonitas y prefabricadas. Una lástima que la pierna de Víctor no pudiera empezar de cero. Coja para siempre. Un recuerdo personal del ancianito.

"Nostalgia resentida", así habían calificado la búsqueda de la justicia por parte de Víctor. "Eso pasó hace ya mucho tiempo. No reabramos viejas heridas". Mentira. Jamás se habían cerrado. Él continuaba teniendo las pesadillas y se seguía teniendo que levantar de la cama para, lento como la piltrafa lisiada en que lo habían convertido, ir al lavabo a enjugarse el rostro húmedo y pringoso de lágrimas y sudor.

"Doy gracias a Dios por tenerlos a todos ustedes: mi familia, mis amigos, mis camaradas...", balbuceó la voz temblorosa y frágil del ancianito.

¿Cómo te atreves a hablar de Dios, cabrón? ¡Tú mismo le habrías puesto la corona de espinas a su Hijo para luego reventarlo a palos si los romanos así te lo hubieran ordenado! De la justicia de los hombres ya te has librado, pero vas a tener que dar muchas explicaciones ahí arriba. Sí, y dentro de no mucho, que ya estás muy viejito.

Victorín entró correteando en la salita, bocadillo en mano. Estaba sudoroso y desaliñado tras la batalla futbolística posterior a la salida de la escuela.

-¡Abuelo, quite ese rollo y póngame el canal Disney!

El niño tenía razón. Aquella ceremonia, aparte de muy dolorosa, esa superflua y profundamente aburrida.

-Bueno, a ver si encuentro el dichoso mando nuevo y puedo cambiar...¿Te lavaste las manos antes de comer?

-Sí-dijo el crío mientras luchaba para desgarrar un trozo de jamón rebelde.-¿Quién es el viejo ese?

-Un señor que mandaba mucho cuando yo era un muchacho.

-Ha, pero, ¿tú le conoces en persona?

-Le visité alguna que otra vez.

-Pues a mí me parece que tiene toda la cara de un pendejo.

Víctor soltó una carcajada y le dio un abrazo con guarnición de besos a su sorprendido nieto. Era su amparo y su terapia ante todo lo sufrido. No había duda, por momentos como aquel había merecido la pena gemir, chillar y hasta estar a punto de convertirse en inquilino de una fosa común. Sólo deseaba vivir hasta que Victorín tuviera edad de comprender las cosas. Entonces, le entregaría su herencia: el orgullo de tener un abuelo que peleó a muerte por la libertad y el testimonio de unos errores que aquel pueblo jamás debería volver a cometer. Y todo lo demás, el dolor, la rabia, la impotencia, se lo llevaría con él a la tumba.

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