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viernes, 18 de enero de 2008

Quienes hacen la trampas, hacen las leyes.

Estoy harto de tramposos. ¿Usted no? No me refiero a la tía Virtudes en el crudo campo de batalla del tablero de parchís (¿queda alguien que todavía juegue a eso?) o a Ramírez simulando en la pista de futbito un penalty que ni el mismo se cree.

Me refiero a los tramposos de guante blanco. A los que legalizan lo inmoral; a los que justifican la injusticia; en resumen, los que hacen de las leyes su juguete personal.

Escudados por sus ejércitos de abogados de los caros, respaldados por sus influyentes amistades, aplaudidos por su corte de pelotas a sueldo. Hacen y desacen futuros, compran y venden el pan de muchos...todo con la despiadada sangre fría del triunfador.

Ya sé que no se puede hacer nada. Seguirán recibiendo aplausos, homenajes y doctorados honoris causa. Pero dejen, al menos, que recuerde que existen y que, bañado en el rico azúcar de la publicidad, todos nos tragamos sin rechistar la medicina comercial que les permite seguir siendo lo que son.

Entre enero y noviembre de 2007 en España, 266 Señores Currantes se dejaron la vida en la obra. Una de las razones, que gente muy importante de esa que dice velar por todo lo nuestro, tiene mucha prisa por inaugurar.

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