-Se preguntara para qué le hemos hecho llamar.
¡Vaya que si me lo preguntaba!
-Espero que no sea para ahorcar a alguien- respondí, y no en broma.
El señor Duque soltó una carcajada arrogante.
-¿Y para qué iba yo a montar todo este escenario y llamarle si no?
La situación me estaba empezando a poner tenso, y eso no es algo fácil de lograr en un tipo con mis antecedentes.
-Si pretende que escenifique un simulacro para satisfacer su curiosidad, señor, necesitará presentarme un permiso especial del Ministro de Justicia. Hay cierto detalles del proceso que son secretos...
-No quiero ninguna maldita simulación, capitán, quiero una ahorcamiento en toda regla. o, para ser exactos, dos- El señor Duque señaló al techo. En efecto, había dos argollas listas para soportar sus sogas correspondientes.
-Mire, señor, la ejecución de justicia no es ningún juego. Es un asunto de la máxima seriedad. Creo que lo mejor es que me vaya y olvidemos que todo esto ha ocurrido.
-¿Tengo que recordarle con quién está usted hablando?
-Lo sé de sobra, señor. Pero ni siquiera usted está por encima de la Ley de este país.
-Vamos, capitán, no se preocupe. Tan sólo se tratará de un juego, un divertimento entre amigos...Y lo único que le pido es un poco de colaboración. Además, nadie sabrá jamás qué ha ocurrido entre estas paredes. Será nuestro pequeño secreto. Deje al menos que le explique en qué consistiría el asunto en cuestión. Ah, y, por supuesto, sabré recompensar su esfuerzo de una manera muy, muy generosa.
Los que dicen que jamás se venderían por dinero es que nunca han recibido una oferta lo suficientemente buena.
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