Todo el público aplaudía, a rabiar, aunque el espectáculo no era para tanto, pero, las funciones escolares, ya se sabe (especialmente si son navideñas).
El señor Garzosa era de los más entusiastas, aunque no tanto como su señora. Sara estaba absolutamente encantada. Cierto era que le habría gustado que su Sarita hubiera sido Virgen María en exclusiva, pero ahora le daba igual, de hecho, hasta le gustaba: ahí se estaba viendo la que valía y la que no. ¡Su niña estaba mucho más guapa que la cursi de la hija de los Buzadeña Nehel! ¡No había ni punto de comparación!
El señora Garzosa miró el reloj, y, con una mueca de mal fingida de disgusto, le indicó a su señora que tenía que irse, cosas de la empresa. Con lo del viaje a Roma, tenía un par de asuntos importantes descuidados. ¡El viaje a Roma! En fin, todo por una hija, incluso poner sobre la mesa todas las cartas de las máxima influencia.
Sor Felisa también aplaudía, pero de alivio. ¡Por fin se había terminado la maldita -con perdón- pesadilla del condenado -otro perdón- Belén viviente! Con un poco de fortuna, al año siguiente le encargarían a otra organizarlo.
El Padre Nugueña también asistía a la función. Le habían invitado y, después de todo, no tenía nada interesante que hacer. Tampoco es que se lo estuviera pasando tal mal, aunque mil veces más divertido habría sido ver la cara de Cabrejas al enterarse de la noticia. ¡Se había tenido que comer lo de las dos Vírgenes con patatas! El Padre Nugueña se carcajeó para sus adentros. Luego, miró a su alrededor: padres, madres, abuelos, y más madres. Todos ante la surrealista escena de un Belén con dos Vírgenes María. Y allí nadie decía nada: lo contemplaban, toleraban y aceptaban con total naturalidad, como si aquello fuera normal.
Dios es Todopoderoso en los Cielos, pero, en la tierra -salvo dos o tres cosas, mas de la máxima importancia- el cochino dinero no le iba a la zaga.
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