Sarita estaba enfadada, y no era de esos enfados con las amigas que se duran lo que dura un recreo. Estaba enfadada de verdad, y más lo iba a estar su mamá (y, por extensión, también papá).
Sor Felisa se iba a cagar.
Doña Sara estaba en la sala, jugando a las cartas, cotorreando y bebiendo destilados con las amigas (esas que le llaman Sarita).
Sarita se saltó el paso de la merienda con Gladys en la mesita del comedor y pasó directamente a la sala. A mamá no le gustaba que la interrumpieran mientras estaba con sus hermanas de gin-tonic, pero la gravedad máxima de la situación así lo demandaba.
-Mamá.
-¿Qué quieres cariño? ¿No te ha dado Gladys el bollo y el batido de chocolate?
-¡Aprovecha, nena, ahora que no tienes que guardar la línea!- terció Muchu (señora de Puig Garibeitia), que es como la muñeca Barbie sería si los fabricantes de juguetes la dejaran envejecer.
-¡Eso puede esperar, mami!
-¿Qué pasa cariño?
-Es el belén del colegio.
-¿Qué pasa?
-¡Que me ha dicho Sor Felisa que no voy a hacer de la Virgen María!
-¿Cómo que no vas a hacer de Virgen?
-¡Pues que dice que le gusta más otra niña!
-¿Cómo que le gusta más otra niña? -Doña Sara montó en cólera, al igual que las amigas (por fuera, claro está, por dentro estaban todas encantadas, e incluso muertas de risa).
-¡Y lo peor de todo es que ha cogido a Irenita Buzadeña!
-¡Irenita!
La hija de Noelia Nehel, su enemiga mortal. Aquello era absolutamente intolerable.
-Sí, mami.
-Tranquila, que mañana voy yo a hablar con la monja esa.
Sarita asintió con su mejor sonrisa de oscura satisfacción y se fue a por el bollo con batido. Decidamante, Sor Felisa se iba a cagar.
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