-Pase y siéntese.
El jovencinto encorbatado, gominoso y prepotente torció el gesto y tomó asiento.
-Pense que me entrevistaría el señor Puigborgoy en persona.
-El señor Puigborgoy tiene cosas más importantes que hacer que entrevistar a candidatos, para eso me tiene a mí y a mi equipo. No obstante, puede usted sentirse orgulloso: el señor Puigborgoy ha insitido en que sea yo en persona el que le haga la entrevista.
-¿En serio?
-¿Le resulta curioso?
-¿Curioso?
-He visto que se ha reído.
-¿Ha empezado ya la entrevista?
-Puede.
-En fin, dejémonos de tonterías. Mi tiempo es tan precioso como el suyo o el del propio señor Puigborgoy. Deme el sobre y terminemos con esto.
-¿Cómo sabe usted lo del sobre?
-Yo sé muchas cosas, más que usted, me temo.
-¿Más que yo?
-Sí, por ejemplo, el puesto al que opto.
-Eso no es relevante para mí. Me limito a hacer un informe psicológico sobre candidatos que paso al señor Puigborgoy.
-Por supuesto. En fin, deme el sobre, ande.
-Está bien, aquí está...Entonces, supongo que no hará falta que le dé más instrucciones sobre qué hacer con él.
-No. Dentro del sobre hay un nombre, se trata de un empleado de la empresa al que he de comunicar su despido de inmediato y a sangre fría. De esta manera, demostraré mi capacidad de realizar tareas duras y desagradables sin titubeos ni remordimientos.
-Bravo, veo que es usted un chico listo.
-Más que listo, soy adivino. Abra el sobre usted mismo, encontrará su nombre escrito dentro de él. Señor Zocaite Díaz, lamento comunicarle que está usted despedido.
-¿Cómo dice?
-¡Ha, perdón, no me he presentado! Soy el nuevo jefe del Departamento de Recursos Humanos de esta empresa. ¿Me equivoco, señor Puigborgoy?
"En absoluto. Prueba superadad. Bienvenido a bordo".
Resonó por un altavoz oculto la voz del señor Puigborgoy.
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