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lunes, 26 de noviembre de 2012

Permítame Intentar Convencerle de que Intente Convencerme.

"No intentes convencerme".

No me gusta la frase, por más que le dé vueltas a sus posibles significados para encontrarle una puerta a mi corazón.

¿Se dice acaso porque es inútil intentar que yo cambie de opinión, porque estoy tan convencido de estar en posesión de la Verdad Absoluta que es del todo imposible lograr que me apee de dicho convencimiento? Grave error, gravísimo. No hay error más grande que pensar que uno no puede estar en el error. En otras palabras, que, visto así, "no intentes converceme" no es otra cosa que una demostración de totalitarismo a pequeña escala, un desprecio a la apertura de mente y la opinión ajena, y a una falta absoluta de fe en el poder de la razón a través de las palabras.

¿O es acaso miedo lo que realmente se esconde detrás del "No intentes convercerme"? La total inseguridad en las propias ideas, argumentos y convicciones, y el pánico producido porque alguien nos las pueda cambiar de un plumazo de voz. Pues más de lo anterior, si uno está cerrado a otros puntos de vista, está absolutamente perdido.

Es todo esto, en suma, una invitación a la apertura de miras, a la escucha serena, a la reflexión abierta, a tener el valor de reconocer que uno se había equivocado, que uno estaba mirando el asunto desde el angulo incorrecto. En resumen, a tener saber pronunciar esa frase que tanto le duele -si se pronuncia de corazón- a la Soberbia Patria: "Tenías razón, me has convencido, estaba equivocado".

Aunque, después de todo, no sé por qué me complico con esta reflexión, si, a la hora de la verdad de la buen, a cualquiera se le puede convencer de cualquier cosa a cambio de la cantidad adecuada de dinero.

(Y si no me cree, haga la prueba conmigo).

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