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viernes, 23 de noviembre de 2012

Historias Imaginarias de un Colegio que Jamás Existió: Love Story.

Javi Quesada y Ainhoa Bruelo -del último año- son novios desde hace un par de meses (la cosa que llevaba ya tiempo gestándose, para el chaval no se decidía y ella no sabía cómo darle pie, menos mal que hubo un providencial empujón externo). No es ningún secreto, pero tampoco hacen alarde del tema. La máxima expresión pública de pasión -si es que según están las cosas a eso se le puede llamar así- es que él le robe un casto besito en los labios al bajar al recreo. Ella se limita a apartarle con un sonrisa. En resumen, que no son Fernandito Cleofil y su amadísima Laurita, los reyes del exhibicionismo sobre los capós en la vía pública.

Tampoco son Javi y Ainhoa mucho de ir de la manita por la calle, aunque sí se suelen coger un rato en sus largos paseos de los domingos por la tarde por el parque. Pero, claro está, como también les gusta comer pipas -con sal-, les toca soltarse.

La mayoría de los compañeros ven el romance con grandes dosis de mofa, como el conductor de coches de carreras que se burla del dominguero que guía su utilitario con las dos manos sobre el volante y respetando hasta la última norma del código de la circulación. Ellos, claro está, ya pasaron por esa fase de los paseitos dominicales y los castos besos robados hace cinco o seis años. Ellos ya son mayores, ellos ya van directos "al grano".

José Luis Trestuestes, por su parte, tiene una visión muy diferente del romance: le hace gracia, pero no le provoca risa.

Le hace gracia verles tan inocentes. Le recuerda que, después de todo, el Amor deberia ser inocente, y que la Inocencia no es mala (malo es el mundo que la ha convertido en mala).

Le hace gracia verles sonreír tan felices. Le recuerda que, después de todo, el Amor no debería ser sino la expresión más pura y sencilla de la Felicidad.

Le hace gracia verles tan cursis, porque prefiere sus sonrisitas tontas y sus mofletes rubirozados antes que la terrorífica veteranía con la que otros de sus compañeros de clase encaran las relaciones con el sexo opuesto.

Le hace gracia, en suma, comprobar que en este mundo en el que tantos y tantos chicos y chicas llegan a los veinte ya de vuelta de todo, todavía quedan chavales que se toman el camino de la Vida con calma, que no tiene prisa por recorrerlo y que, por encima de todo, deciden caminar juntos de la mano (menos cuando comen pipas, claro está).





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