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domingo, 4 de noviembre de 2012

Gracia del Río (Un Pueblo con Poco de Ambas): Cross Popular Graciarriero.

El enésimo intento de fomentar el turismo en Gracia del Río lo promovió el doctro Pérez-Piñón durante su etapa en la alcaldía. Se trataba del "Cross Popular Graciarriero", una prueba atlética campos de Castilla a través sobre una distancia de 10 kilómetros con salida y llegada en la plaza del pueblo, y con una discreta dotación en premios (copas menguantes para los tres primeros y medallas de ración para el resto de los participantes).

Se inscribieron un total de siete participantes, todos ellos forasteros (los lugareños decían que ya tenían el pueblo y sus alrededores muy vistos). Tomaron la salida (poniendo todos en marcha el cronómetro de sus relojes de pulsera, como mandan los cánones) una soleada mañana de abril. Recorrieron las calles del pueblo en compacto grupo -y ante la indifererencia general (excepto Doña Virtudes, que salió al balcón para vitorearlos)- y se internaron en la llanura castellana hasta que se les perdió de vista.

Hoy, casi veinte años después, no se sabe absolutamente nada de ninguno de ellos.

Circulan por el pueblo varias teorías sobre las suerte de los siete fondistas aficionados, pero todas toman como punto de partida el hecho de que nadie de la organización se molestó en acompañar a los participantes durante la prueba o, al menos, marcar el recorrido más allá de las afueras del pueblo.

Marcial, quien en principio era responsable de haber señalado el camino a los atletas, siempre se excusa diciendo que: "¡si no saben volver al pueblo, que no salgan de él!"

En lo referente a las teorías, una afirma que los corredores se perdieron y todavía vagan por los inhóspitos campos de Castilla en busca del Gracia del Río, aunque también hay otra, más verosimil, que dice que, tan pronto como se dieron cuenta de que aquello no estaba organizado, los atletas pararon en una cercana área de servicio, se tomaron un café y llamaron a unos taxis para que fuera a buscarlos para ir de vuelta a la civilización.

Sea cual sea la verdad, los trofeos y medallas todavía aguardan en un cajón de ayuntamiento (junto a un cronómetro ya sin pilas que mide el tiempo oficial de la prueba) por si acaso un día aparece alguno de los participantes.




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