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lunes, 5 de noviembre de 2012

Con el Señor Coronel No se Bromea.

"¡Jessy, dale un beso al yayo!"

Grave error pronunciar estas palabras, y mira que la intenión de Antonio había sido buena: congraciarse con su suegro, pero el efecto había sido el contario. Le bastó la mirada que le disparó el Coronel para darse cuenta.

-Mira, Antoñito, pase que te hayas casado con mi única hija, pase que le pusieras a mi primera nieta ese nombre tan cursi en vez de "María del Carmen", como su abuela y su bisabuela, pero como me vuelvas a llamar "yayo" en presencia de la niña o, de cualquier otro ser humano, te pego un tiro.

Todo esto, por supuesto, dicho en susurro. El que sabe amenazar de verdad jamás tiene necesidad de chillar, se limitá a cumplir la amenaza.

Antonio tragó saliva, el Coronel nunca habla en metáfora, como bien a las claras había dejado en el banquete de su boda, cuando había encañonado a un representante de la Sociedad General de Autores que pretendía cobrarles el canon por poner música.

"¡Baje eso, que está usted borracho!", había dicho el SGAE-man con tono desafiante, a lo que el Coronel se limitó a responder con cuatro certeros disparos que volaron las bombillas de una lámpara que había sobre el molesto invitado.

"Nunca se empuña un arma estando bebido, mamarracho, y ahora vete, o la próxima bombilla en reventar va a ser la de tu calva".

(Esto, obvimante, susurrado al oído).

No se supo más de la SGAE.

Pero volviendo a Antonio, se limitó a coger a su Jessy y decirle: "Hija, dale un beso a tu abuelo el señor Coronel!"

-Ves, eso está mejor, Antoñito.

Antonio se limitó a sonreír y marcharse cojeando. Cojera perpetua fruto de una rótula reventada por una bala, recuerdo de bodas o, mejor dicho, de la temeridad que supone decirle a un suegro armado: "¿Es usted gilipollas? ¡Cómo le contesta así a ese hombre de la SGAE!"

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