Buscar en Mundo Jackson

martes, 20 de noviembre de 2012

¡Bravo, Don Álvaro! (7)

-Perdón, pero los empleados del catering entran por la puerta de atrás.

-¿Cómo que catering? ¡Oiga, señorita, que yo soy el señor Azarías Romera, y financio todo esto. ¡Quiero hablar de inmediato con su supervisora!

La pobre azafata se puso colorada, sabía que el trabajo con la agencia era temporal, pero esperaba por lo menos durar más de un día.

-No se preocupe, señorita, ha sido un simple malentendido -tercíó la señora de Romera, siempre tan sensible con el trabajador.

-¿Cómo que un malentendio?

-Que sí, querido, que te tengo dicho que a ti el esmoquin no te sienta bien. ¡Anda, déjalo estar y vamos a prepararnos para recibir a la gente!

Por fin, había llegado la noche de la gran inauguración del teatro -o "espacio escénico", según la pedante denominación oficial- y el estreno de la obra de teatro.

Todos los nombres destacados de la política, la cultura, la vida social y el gorroneo zángano en general estaban invitados, y, dado que Presidencia en persona había confirmado su asistencia, lo más seguro que es no faltara ninguna a la cita. A Presidencia siempre le gustó tener el culo bien lamido.

Sarita estaba menos nerviosa de lo que esperaba. Al fin y al cabo, su papel no era tan difícil: salir de riguroso top-less (a ella no le importaba, pero convencer a Azarias había costado un poquito) y, literalmente, cantar cualquier canción que se le viniera a la cabeza. Era la solución que "Geni" Hubiol había encontrado para los graves problemas de dicción y vocalización de la chica. Y no era mala solución.

Los policías del exterior, uno cada veinte metros en las seis manzanas más próximas al teatro (perdón, "espacio escénico"), asintieron nerviosos radio en mano. El coche de Presidencia estaba a punto de llegar. Los empleados que habían estado fregando la acera por la que iba a pasar el séquito de Presidencia se retiraron raudos, justo cuando en el flamante Mercedes acorazado hizo su entrada triunfal y se detuvo junto a la puerta.

El público en pleno (casi) se puso en pie para aplaudir cuando la entrada de Presidencia en el palco de honor fue anunciada por megafonía. Entre los que permanecieron sentados, en una de las entradas de precio medio, estaba Jorge Vintacón, joven aspirante a actor con los ideales revolucionarios propios de la edad, y uno de los mayores admiradores de "Los Vagabundos de la Tramoya" en general y de Alvaro Aspidilla en particular. Aunque, la verdad sea dicha, le gustaba mucho más la primera etapa del grupo. Bueno, para ser totalmente sinceros, el cambio de chaqueta política de los "Vagabundos" le tenía asqueado.

Vintacón idolatraba al Aspidilla de los primeros setenta, ése que saltó a un escenario en mitad de una representación de Don Juan Tenorio para encajarle a la sorprendida concurrencia un monólogo de protesta política de cosecha propia. Fue la primera vez que Álvaro Aspidilla durmió en comisaría.

Esa noche, Vintacón estaba totalmente decidido a rendir un sincero homenaje a aquella hazaña del Álvaro Aspidilla que él admiraba tan profundamente.

No hay comentarios: