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martes, 11 de septiembre de 2012

S8 (7).

Sus 51:23 sólo le sirvieron para ser el último de su serie. Le daba igual, lo importante era que ya había pasado el trago. De hecho, había nadado con desgana. Él se consideraba una persona competitiva, pero aquella simplemente no era su competición.

No obstante, las ruedas del show siguieron rodando: Stan Woods le colmó de consuelo y ánimos -aunque Charlie ni los había pedido ni los necesitaba- y, por supuesto, el presidente en persona le abordó nada más salir de los vestuarios para felicitarle y hacerse la foto de rigor.

-¡Bien hecho, hijo, America está muy orgullosa de que hayas llegado hasta aquí!

-Muchas gracias, señor presidente.

-¡Lástima que no hayas podido quedar mejor en la carrera, yo creo que has salido demasiado fuerte y al final te ha faltado un poco de fuelle! Te deberías haber dosificado mejor.

-¿Usted nada, señor?

Charlie estaba ya un poco harto de morderse la lengua. Los políticos siempre entienden de todo, siempre son los más listos...¡Así les va a los países!

-Bueno, ahora casi no tengo tiempo, pero de adolescente participé con el equipo de mi instituto en el campeonato estatal.

-Ah, vale.

Charlie estuvo a punto de soltarle: "¡Pues cuando llegue usted a unos Juegos Olímpicos nadando con un solo brazo, le aceptaré sus consejos, pero mientras, cállese la maldita boca!", pero, por fortuna, se supo contener.

De camino a la villa olímpica, Charlie por fin respiró tranquilo. "Ya pasó", pensó con la sensación de alivio del crío que abandona la consulta del dentista. Había hecho feliz a un montón de niños y a su madre, pero era hora de volver a la realidad y concentrarse en el S8 de los Paralímpicos, en su competición de verdad.

No obstante, se quedaría una semana por allí, hasta que terminaran el resto de los nadadores. Iría a ver algunas pruebas, visitaría la ciudad -seguramente en los Paralímpicos estaría demasiado ocupado para hacerlo- y le compraría algo bonito a familiares y amigos.

A pie de piscina, fue testigo de los éxitos de sus compatriotas, en especial los del grandioso Jimmy Sword.

-¡Ese tío no es de este mundo, no hay nadie que le pueda hacer sombra! -gritó entusiasmado Charlie tras verle vencer de nuevo.

-Exacto, pero lo podría haber habido: tú con dos brazos, Charlie -replicó un señor que tenía sentado detrás en la grada.

Charlie se limitó a sonreír por cortesía. Sabía que lo había dicho con la intención de que fuera un grandísimo cumplido, pero en la práctica había sido una puñalada en todo el corazón. Obviamente, Charlie se había preguntado muchas veces cómo habría nadado él con ambas extremedides superiores, y la dolora conclusión siempre había sido que estaría al nivel de "El Tiburón". Había aprendido a no pensar en ello, por puro instinto de conservación.

Era la última noche. Pese a que al día siguiente algunos todavía nadaban, varios integrantes del equipo americano de natación habían salido con unas chicas del equipo checo de sincronizada. Era un comportamiento poco propio de deportistas de élite, pero muy típico de unos jóvenes veinteañeros tentados por Katerina Sokol -"El Cisne"- y compañía.

Nada más levantarse, según su costumbre, Charlie Casiano se puso la radio para escuchar las noticias.

"En otro orden de cosas, varios integrantes del equipo de natación de Estados Unidos, presumiblemente en estado de embriaguez, se vieron involucrados en una multitudinaria pelea en una conocida discoteca de la ciudad a altas horas de la madrugada..."

En ese mismo instante, el teléfono de Charlie sonó.

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