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domingo, 9 de septiembre de 2012

S8 (5).

"Pase lo que pase, ganas y pierdes. Así que, que pase lo que tenga que pasar". Fueron las últimas palabras que Rod Douglas -su entrenador- le dijo a Charlie Casiano antes de la prueba. Le tranquilizaron un poco, le sirvieron de mucho.

No lo hacen con toda la frecuencia que les gustaría, pero -a veces- los entrenadores dicen las palabras más oportunas.

Así pues, Charlie nadó, nadó y nadó. Con todas sus fuerzas, tratando de ignorar que el público no paraba de chillar su nombre, por mucho que tuviera la sensación de que le estaban empujando una brazada más allá de sus propios límites.

49,98. Séptimo.

El público y el país enloquecieron. A nadie le importaba un pimiento que "el Tiburón de Alabama" se hubiera paseado o que Billy Geldson le hubiera arrebatado la segunda plaza -y el billete a los Juegos- a Tom Sanders por apenas un par de centésimas.

Stan Woods no le dejó ni salir de la piscina. Nada más terminar, apareció de la nada enfundado en un traje de neopreno y se zambulló micrófono especial en mano. Quizás la primera entrevista deportiva acuática de la historia.

Mientras trataba de recuperarse del titánico esfuerzo -y el abrazo mirando de reojo a la cámara de Woods no ayudaba precisamente-, Charlie Casiano intentó poner en orden sus sentimientos. Lo primero era saludar a sus compañeros de las calles adyacentes, pero éstos ya habían desaparecido. Tercero y cuarto en la prueba, y con un mundo de ilusiones y trabajo que se acababan de ir a la porra, ninguno de los dos estaba para felicitaciones, y menos suyas.

Charlie no podía estar feliz por ir a los Juegos Olímpicos, no era una plaza que le correspondiera. Se la facilitaban por ser "especial" y eso era lo último que él deseaba en este mundo, nunca había querido favores. A los Juegos deberían ir los dos mejores tiempos. Es la Ley del Deporte y punto.

Entones, nada más salir del agua de la piscina para sumergirse en un mar de personas, flashes y gritos, Sally Vermont -la niña de ocho años que había nacido sin brazos-, se abrió paso fuerte y escurridiza y apretujó su carita con lágrimas en los ojos contra el pecho de Charlie.

"¡Sabía que lo lograrías, lo sabía! !Eres el mejor, Charlie, eres el mejor!"

A la mierda los Juegos Olímpicos, el resto de nadadores, Stan Woods y sus malditos patrocinadores. Aquello había merecido la pena por ese abrazo de una niña sin brazos.

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