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sábado, 8 de septiembre de 2012

S8 (4).

50,27. Ese era el tiempo que Charlie Casiano había logrado en su semifinal de los pruebas nacionales de selección para los Juegos Olímpicos. Le había servido para ser tercero y poder pasar a la final.

La prueba iba a ser televisada para todo el país, además de ser retransmitida por todas las grandes emisoras de radio. El monstruo propagandístico-publicitario engendrado y criado con exquisito mimo por Stan Woods y sus patrocinadores se había convertido en un ser de poder casi infinito, aunque seguramente efímero.

El propio Woods, por supuesto, estaba presente en la piscina. Y con él, todo el circo de famosos de pago, famosillos en busca de promoción y gente interesada en salir por la tele en general.

Concentración, ese es el bien más deseado por un atleta justo antes de competir. ¿Cómo iba Charlie a concentrarse, si Woods y sus palmeros le habían acompañado hasta la misma puerta del vestuario, si le había deseado suerte en directo para toda la nación?

Intentó subir el volumen de sus auriculares, pero ya estaban al máximo, y, de todos modos, habría dado igual: el ruido del que pretendía huir salía de sus entrañas.

Miró de reojo al resto de nadadores. Jimmy Sword, "el Tiburón de Alabama", cruzó su mirada con la suya y le sonrió. Se conocían de varias entrevistas conjuntas y siempre había sido muy simpático con Charlie. Al fin y al cabo, la polémica no iba con él: era el mejor y se iba a clasificar para los Juegos sin problemas.

El resto de competidores, sin embargo, no eran tan cálidos con Charlie. El niño iba a ir a los Juegos Olímpicos sólo con hacer 50 segundos, por obra y gracia de los mangoneos publicitarios de Stan Woods. Todos ellos también lograrían esa marca en la final, pero sólo uno cumpliría el sueño de acompañar al intocable "Tiburón". El resto, a su casa a ver los Juegos por la tele. No era justo.

Charlie clavó la mirada en el suelo. Era tentador dejarse ganar. Mucho. Entonces, se acabaría la polémica, y los mismos nadadores que ahora le miraban con asco, alabarían su coraje con palmaditas en la espalda y le prometerían seguirle en los Paralímpicos por la tele.

Pero, por otro lado, Stan Woods ya se había encargado de que un grupo de niños que habían perdido algún miembro tuvieran entradas en primera línea de piscina. Le habían animado y vitoreado en las previas y lo harían, con más fuerza que nunca, en la final.

"¡Qué cabrón ventajista eres, Woods!", pensó Charlie en el mismo momento en que les llamaban para salir a piscina.

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