Ahí estaban otra vez: los gritos, los aplausos, los flashes, hasta el presidente...¿Cómo le habría dado tiempo de llegar? ¿Por qué estaba allí? ¿Acaso no tenía un país y un planeta que drigir?
"Bueno, tú a lo tuyo, Charlie".
Con un poco de suerte, los tres relevistas que iban delante de él nadaría fatal, y cuando él saltara a la piscina, ya todo estaría perdido. Entonces, no habría presión para Charlie, estaba en inferioridad de condiciones, imposible remontar un solo metro. Eso, sin duda, era lo mejor que le podía pasar.
No, no lo era. O puede que sí. No lo sabía, o sí lo sabía. Quería luchar, quería saltar a la piscina con alguna posibilidad de contribuir a que sus compañeros -a que el equipo- ganara una medalla. Para ello, tenía que empezar sus 100 metros con una cierta ventaja, un margen que corrigiera el lastre con el que competía.
Aunque le diera un miedo atroz, decidió que lo que de corazón deseaba era poder tener la oportunidad de pelearla con todo su corazón.
Se inició la prueba, Dean ya estaba en el agua. ¡Cielo Santo!, ¿iba la gente a chillar así de fuerte durante toda la carrera?
¿Cómo iba Dean? Bien, muy bien. Dean era un tipo duro y correoso. Granjero de Iowa, con eso quedaba todo dicho.
¡Allá va Nick! Tenemos un par de brazadas de ventaja. ¡Vamos, macho! Sí, éste también está dando lo mejor de sí mismo. No les podía decepcionar, ¡no debía pensar en eso!
Seguían primeros, por poco más de medio segundo. ¡Al ataque, "Tiburón"! Las gradas recibieron su salto con una inédita mezcla de grito de ánimo y suspiro de admiración. Era potencia pura revestida de plasticidad. Era como si Dios lo hubiera creado aparte, como si hubiera dicho: "¡Hágase el nadador!"
En fin, ya venía de vuelta. Se acercaba, aplastante, rotundo, elegante, ganándole centésimas a los impotentes enemigos en cada brazada. ¿Qué ventaja llevaban? ¡Daba igual, con la que fuera había que pelear y sufrir! ¡Ya está casí aquí!
¡Ahora, vamos allá, Charlie!
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