"Stan Woods le trae la cara más humana de este mundo tan frío". Tres décadas llevaba el periodista sensiblero triunfando en televisión con este mismo lema. El grueso de su fidelísima audiencia lo formaban mujeres, especialmente ya bien entradas en años. Señoras de esas que no se perdían un programa de su ídolo de pelo estratégicamente teñido y sonrisa cautivadora. Stan Woods era muy listo: sabia que la tercera edad femenina es uno de los motores que hacen funcionar a América y su dinero.
Semanalmente, Woods presentaba las historias de interés humano que su equipo de investigación le había preparado. Por lo general, ellos le traían una docena, de la que Woods -con un especialísimo instinto para discriminar lo que le toca la fibra a las señoras- se quedaba con tres o cuatro.
-Luego tenemos a un chaval de Idaho, Charlie Casiano: 17 años, nadador paralímpico, perdió un brazo en un accidente de coche siendo un bebé. Una fiera, hace un mes ha batido el record del mundo de los 100 metros libres de su categoría: 53.23. Los expertos dicen que si no llega a ser por el accidente, pelearía por las medallas de los atletas normales.
-¡Me gusta! Contactad con él, lo quiero para el show de la semana próxima.
-OK, jefe.
* * *
-¡Charlie, adivina!
El muchacho tiró la mochila escolar al suelo y se tiró él mismo en el sofá antes de interrogar a su madre sobre la razón de tanto nerviosismo.
-¿Qué pasa?
-¡Han llamado del programa de Stan Woods, quieren que vayas!
La madre era una más de la legión de admiradoras. Charlie llevaba meses presintiendo que ese día acabaría por llegar. No le hacía mucha gracia, le habría hecho más ilusión alguno de esos espacios de entrevistas divertidas.
-¿Nos van a dar pasta?
-¡No digas tonterías, Charlie? ¿No estás emocionado?
-Bueno...
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