De tantas temporadas como enemigos mortales había nacido una simpática amistad.
José Ignacio "Jonacho" Tudelita, 31 años, recio defensa lateral zurdo internacional natural de Vallueca del Miño.
Joao Pinto Pereira, 32 años, rápido -lo era más con 22 años- extremo internacional natural del mismo Oporto.
Llevaban desde juveniles viéndose las caras, dando vueltas en el mundillo del fútbol sólo coincidiendo para enfrentarse en bandos opuestos.
En ese momento, igual que en muchos anteriores, ambos contemplaban desde el centro del campo cómo el conjunto de Tudelita lanzaba un córner. Bajito como eran los dos, el del saque de esquina no era su hábitat natural, salvo cuando la cosa pintaba desesperada. Por contra, Pereira se quedaba para salir lanzado en incisiva contra, y Tudelita le hacía compañía para frenarle.
-¡Macho, estáis perdiendo tiempo de una manera descarada!
-¡Bah, como vosotros el año pasado, como lo hacemos todos!
-Ya, pero cuando perjudica, molesta.
-¡No seas quejica, portugués!
-¿Quejica, yo?
-Sí, mucho, y más desde que te han hecho capitán.
-¡No digas tonterías!
-¡Pero si te pasas más tiempo hablando con el árbitro que con tu mujer!
-Muy gracioso.
-No lo digo yo, lo dice ella misma.
-¿Y tú de qué sabes lo que dice mi mujer?
-Pues de...
En ese momento, Tony Huerga -que acababa de atajar el saque de esquina- facturaba el balón al centro del campo de potente patadón.
Se acabó la conversación hasta el siguiente córner.
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