-¿Tú has visto estas notas, Mamá Osa?
-Sí, Papá Oso.
-¡Seis suspensos seis! Y tú, ¿qué tienes que decir?
-Nada.
-¡Nada, nada, nada...! ¡Eso es lo que haces tú, nada!
-¡No te enfades con ella, Papá Oso! Anda, Osita, tómate la miel.
-No quiero miel.
-¡¿Cómo que no quieres miel?!
-Porque es un asco y no es sana.
-¿Y qué se supone que va a cenar la señorita?
-Hormigas.
-¿Hormigas? ¿Qué cochinada es esa?
-Salva sólo come hormigas desde que nació y está más sano que un roble.
-¡Ah, claro, "Salva"! ¡La niña se va a hacer "hormiguera" porque el guarro de su novio lo es! ¡Con todos los plantígrados serios y formales que hay en el bosque, y te has tenido que fijar en ese tipo tan raro, y tan feo, con esos ojos de pulga pedorra, esa nariz tan larga y esa lengua,...lo de la lengua prefiero ni pensarlo!
-¡No hables así de Salva!
-¡Pero si es que tú no eres una osa hormiguera, eres un osa parda de pura cepa! ¡Ursus arctos! ¡Omnívora, omnívora!
-¡Que me olvides!
-O, si no te gustan los de aquí, por lo menos haberte liado con el oso grizzly americano ese de intercambio, que por lo menos habías aprendido inglés.
-¡A mí me gusta Salva, ¿vale?!
-Pues nada, a rechupetear hormigueros hasta que se te pase en caprichito, como te paso con el oso polar aquel.
-Me voy con Ricitos de Oro. ¡Adiós!
-¡Ésa, ésa es la culpable de todo, menuda influencia!
-Hija, ya que bajas a la calle, tráete salmón del chino...Dile al panda que lo apunte en nuestra cuenta.
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