La Copa de Oro era muy especial para los Sanz-Olavide. Poseían dos, las cuales presidían el salón de la casa familiar. Las habían ganado "Terco" y "Castellano Viejo". "Biarritz", por su parte, había logrado dos segundos, perdiendo en ambos casos por corta cabeza. El padre de "Tazo" siempre decía -quizás no del todo en broma- que eso era lo que había matado al abuelo.
Desde que su padre le cedió los trastos de la cuadra "Sanzo", conseguir "su" Copa de Oro había sido toda un obsesión para "Tazo". No era ningún secreto que nada le hacía más ilusión en este mundo.
-¡Un tiro, "Tazo", un tiro! La Copa es tuya, suponiendo que no te dé por hacer experimentos con la monta. -exclamó estusiasmado cronómetro en mano el preparado de la cuadra "Sanza"
-Tranquilo, hombre. Esta vez monta Navascue.
-Mejor.
"Tazo" sonrió, aunque desde hacía un tiempo las sonrísas se le estaban agriando cada vez más. Todo en su vida estaba a milímetros de ser absolutamente maravilloso, pero era una mierda. Quizás estaba corriendo la carrera de ser feliz, y presentía que iba a perder por corta cabeza, al más puro estilo del caballo de su abuelo.
Manolo Cullerel también había madrugado para ver los entrenamietnos. "Soplidito" iba a buscar la revancha
sobre "Puyazo" en la Copa de Oro. Pero mucho se temía él que no la iba a encontrar.
-¡Menudo pedazo de caballo, macho!
-Sí, estarás contento, pronto va a ser tuyo.
Manolo cada vez llevaba peor lo de la apuesta.
-Oye, mira, que ese día estábamos los dos medio borrachos y...
-¡Aunque hubiese estado gateando de la melopea, una apuesta entre señores es un contrato de honor!
-Bueno, bueno. Y...¿No hay manera con la chavala?
-No, no hay manera -lo soltó con la voz de la rabia tras la derrota-. Ahora, si me disculpas, tengo cosas que hacer, Manolo.
A medida que se iba alejando "Tazo", el remordimiento le fue subiendo -cada vez más fuerte- por las entrañas a Manolo Cullerrel. No podía más.
-¡Espera, "Tazo", que te quiero comentar una cosa!
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