-Muy buenas, señores.
Todos el mundo correspondió al saludo de Braulio "el de la zapatería", salvó el propietario del establecimiento.
El susodicho Braulio se acodó en la barra y, levantando el dedo índice, indicó (obviamente).
-Un vermú con unas aceitunas, por favor.
"El Matías" refunfuñó alguna maldición, y entonces el cabo Requejo, que acompañaba a Braulio, le hizo un gesto con la cabeza de que se pusiera en marcha.
-¡Un vermú con aceitunas! -chilló enojado "el Matias", al tiempo que depositaba vaso y platito sobre la barra, con un golpe más fuerte de lo debido.
Todo nació hace años ya, cuando Braulio "el de la zapatería" estaba tomando su habitual vermú con aceitunas y se ocurrió decir que éstas estarían mucho más ricas si les quitaran el hueso.
-¡Pues quítaselo tú, macho!
Y, en fin, una cosa llevó a la otra y, como esto es España, "El Matías" le juró por lo más sagrado a Braulio "el de la Zapatería" que no iba a volver a tomarse el aperitivo en su estableciento. Otra cosa llevó a una tercera, y la cabezonada terminó en los tribunales.
Ahí, el ilustre señor don Salvador Jesús Carmona Heredia, titular del juzgado número 1 (y único) de Gracia del Río dictaminó que: "siendo el tomarse el apertivo antes de comer un derecho y casi un deber de todos los españoles y no habiendo otro lugar donde hacerlo de modo adecuado que el establecimiento denominado 'Bar Matías', don Brauilo Páez Briolla (comúnmente conocido como 'el de la zapatería') tiene el derecho de personarse en el citado establecimiento siempre que lo considere oportuno y consumir lo que le apetezca entre la 1 y las 3 de la tarde, para lo cual ordeno que goce de la escolta de la fuerza pública".
Más allá de la hora del aperitivo, Braulio "el de la zapatería" es un cliente habitual del Bar Matías, donde desayuna, se toma su caña de después de cerrar su tienda y ve el fútbol de pago sin mayor contratiempo.
Esto, insisto, es España.
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