Buscar en Mundo Jackson

viernes, 30 de marzo de 2012

Los Casos de Woodchat Shrike: La Sonrisa del Maestro (1).

¿Quién era esa Sarah Kecks a la que estaba buscando?, mi íntimo amigo -pese a que no supiera su nombre real ni jamás hubiera visto su cara- volvía a ponérmelo difícil.

Esta vez, el problema venía por defecto. Encontré rápidamente a multitud de mujeres llamadas "Sarah Keck", pero el plural no encajaba por ninguna parte. ¿Era acaso esa "s" un error de Woodchat Shrike? ¿Cómo era posible que se hubiera equivocado en un detalle tan crucial como la pista a su siguiente relato?

"Kecks" es, en cambio, una manera informal de llamar a los canzoncillos propia del Norte de Inglaterra. ¡Sara "Gayumbos"! ¿Qué nombre era ése? Tenía toda la pinta de un apodo, el alias de alguna malhechora, pero no se correspondía con ninguna de las mujeres involucradas en crímenes capitales, ni como víctima ni como culpable.

Esclavo, para variar, de la desesperada locura a la que me tenía sometido la necesidad de leer el siguiente relato de Woodchat, puse rumbo al Norte cada fin de semana en busca de alguna delincuente apodada "Kecks".

Tras un par de meses de idas y venidas, de revisar un archivo judicial amarillento tras otro, de patear pubs frecuentados por viejos policias, y de horas y horas de hemeroteca de sucesos, parecia que -finalmente- era cuestión de rendición o muerte.

Bueno, siempre había sospechado -y temido- que ese momento llegaría, que Woodchat Shrike me acabaría planteando un enigma al que yo no encontraría respuesta y con él llegaría el final de aquella apasionante aventura.

¡Pero yo me resistía!, ¡necesitaba más casos, seguir leyendo hasta que -de un modo u otro- se cerrara el círculo!

Entonces, presa de mi evidente adicción, acorralado por el pánico, hice lo que tantos hombres y mujeres desesperados han hecho desde que los seres humanos tenemos uso de razón: Paré mi coche delante de la primera iglesia que vi en aquel barrio de Manchester y entré a rezar.

Terminada mi oración, me encaminé con paso lento a la salida. Quizás, después de todo, era mejor así.

-¿Toda va bien, hijo?

Me di la vuelta. Era el vicario de la parroquia, sin duda soprendido por encontrar a un forastero por allí a esas horas.

-Sí...Bueno, regular...Una tontería que me tiene sorbido el seso, pero sin duda se me pasará con el tiempo este absurdo capricho...Ya sabe lo que dice la Biblia: "Dios se mueve de modos extraños".

-¡No es "extraños", hijo, es "misteriosos"! Y la cita no es de la Biblia, sino del poeta William Cowper. ¡"Modos Extraños" es la cárcel de Manchester!

Si, yo sabía perfectamente de la existencia de "Strangeways", entre otras cosas porque me constaba que mi querido Woodchat había actuado en ella. Pero aquella era una cárcel masculina y, aunque era bien cierto que algunas mujeres había sido ahorcadas allí, ninguna había sido jamás conocida como "Sarah Kecks".

Pero, aun así, salí pitando de aquel templo -no sin antes dar las gracias y la mano al perplejo vicario- y puse rumbo directo y presuroso a la Prisión de Su Majestad de Manchester, "Strangeways" para los pocos amigos y muchos enemigos.


Después de todo, quizás fuese cierto eso de que "Dios se mueve de modos misteriosos".

No hay comentarios: