Yo fui el adolescente soso y cabezón al que no les gustaba beber alcohol. Decían que, como todas las cosas que son cosas de la edad, se me pasaría con el tiempo. Veinte años después, seguimos igual.
No obtante, no seré yo quien discuta las bondades de nuestro entrañable "cubata", el fiel compañero que se unió a nuestro viaje en furtivo copazo en casa de un amiguete con 14 años, y que nos ha acompañado en las alegrías y en las penas, y también en los fines de semana que ni fu ni fa.
"Cubata", que te adaptas a las circunstancias sin rechistar, y tan bueno sabes en botella de plástico como en fino vaso de cristal.
"Cubata", ese hijo del ingenio americano y la Guerra de Cuba, nacido cuando a los soldados "tiosameros" que mandaron a echar a los españoles les dio por mezlcar su Coca-Cola con el ron de la tierra. (Lo siento, amigo, si uno es purista del copazo, el "cuba libre" es de ron).
"Cubata", ese buen amigo que nos quita la timidez a guantazos y nos libera la simpatía suficiente como para seducir a la sin par amiga simpática de una compañera de clase.
"Cubata", al que siempre se invoca con aristocrático apellido: "Cubata de Jotabé", "Cubata de Guaitlabel". "Cubata de Bacardí"...
"Cubata", que sin ti no entendemos la amistad, el ocio o la alegría.
"Cubata", que nos haces vomitar de puro amor, que te pasan horas retumbando por nuestras cabezas a la mañana siguiente y nosotros lo toleramos con goce y regocijo.
"Cubata", que nunca nos abandonas, incluso cuando todos lo han hecho, que te acercas a nuestra soledad absoluta en la barra de un bar para darnos consuelo.
"Cubata", que eres ya una parte vital de nuestras vidas.
No, no seré yo quien discuta tus bombades,
pero quizas sean otros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario