Quizás le sorprenda enterarse que eso de los problemas disciplinarios más o menos graves en las aulas no es algo de este siglo o de este país.
Puede que le sorprenda incluso más saber que en los elitistas colegios privados de la Inglaterra de finales del XVIII y comienzos del XIX había unas movidas de un calibre, por fortuna, todavía desconocido en España.
¿Exagero?
Juzgue usted mismo:
Noviembre de 1797. Henry Ingles, director de la prestigiosísima escuela Rugby pilla a un alumno dando tiros, le pregunta de dónde ha sacado la pólvora y él afirma que se la ha vendido un comerciante del pueblo, pero éste lo niega y el alumno es azotado. Resultado, una comisión estudiantil le rompe el escaparate al comerciante. Obviamente, no ha sido nadie, por lo que el directo decide que los cristales rotos se pagan entre todos los alumnos del curso. Poco después, se produce una fortísima explosión delante del despacho de dirección, que tira la puerta abajo y revienta todos los cristales. Es el inicio de una revuelta donde arden pupitres y libros, y que fuerza a intervenir al ejército sable en mano. Los cabecillas son expulsados. Uno de ellos, Willoughby Cotton de 14 añitos, alcanzaría el rango de teniente general en el ejército británico.
¿Sigue pensando que exagero? Más ejemplos:
1768, los mayores de Eton se rebelan porque no se les reconoce el derecho a castigar ellos mismos a los alumnos pequeños que se pasan de listos. Acaban forzando al director (Dr Foster) a dimitir, mientras que en Harrow hubo dos revueltas (1771 y 1808) porque no se consulta a los alumnos a la hora de elegir director
Pero la palma parece que se la lleva Winchester. En 1793, los alumnos, tras saquear tiendas del pueblo para aprovisionarse, se hacen con el control de una torre del colegio, desde donde abren fuego de piedras y balas contra los profesores, en unos hechos que han pasado a la historia como "La Gran Rebelión de Winchester". En 1808 se vuelva a liar, esta vez porque el director quiere quitar un día de fiesta sin haber pedido la aprobación de los estudiantes. Por último, en 1818 se producen disturbios que han de ser sofocados por el ejército a punta de bayoneta.
¿Por qué tanta tensión?
En esencia, porque los alumnos eran niños de mucho dinero con la vida resuelta, y no les sentaba nada bien recibir y tener que acatar órdenes de señores muy cultivados, pero de una clase social claramente inferior y que enseñaban cosas -a su juicio- absolutamente inútiles. Los profesores, por su parte, tampoco sentían demasiado amor por tan clasistas alumnos.
La solución al problema se encontró en una débil ley no escrita: "Nosotros mandamos en las aluas, vosotros en los pasillos y el patio". Aunque, como se ve, a menudo ni por esas se podría preservar la paz en las escuelas.
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