Mientras aquellos jugadores, por primera vez en mucho tiempo, sacaban sus cosas de sus bolsas de deporte y se se lustraban personalmente las botas, su entrenador tomó la palabra:
-¡Hasta un helicóptero!...Y luego dirán que el que se ha vuelto loco soy yo por haberos traído de esta manera al partido. No, estamos todos locos, nos han vuelto a todos locos con tanta parafernalia...¡La maldita parafernalia de los periodistas, el marketing y los confetis de colores...! Olvidaos de ese atajo de parásitos que come de que vosotros corráis, sudéis y os frían a patadas, olvidaos de orgullos regionales y esas tonterías de política barata. Salid ahí fuera como cuando os jugabais la honrilla contra un colegio de otro barrio, como cuando a los únicos que les importaba el resultado era a vuestros padres y a los amigos más fieles, como cuando después del partido os llevaban a zampar sabrosa comida de plástico . De eso va -o debería ir- realmente el fútbol: de pasar un buen rato luchando contra otros chavales, de comentar luego el partido delante de un plato y ya está, para el lunes todo quedó olvidado.
Tocaron a la puerta, era el resto del nutrido equipo técnico: delegado, médicos, ayudantes... Ellos habían llegado en avión y dormido en hotel. Tras dejarlos pasar, el entrenador prosiguió:
-¿Qué más queréis que os cuente? Conocéis a la perfección al contrario, al igual que ellos nos conocen a nosotros. Son muy buenos, pero nosotros también. Vamos a salir ahí fuera a pasarlo genial: vamos a picarnos, a dejarnos las pelotas, a ilusionarnos, a cagarnos en la madre del contrario y del árbitro, a reír y a llorar. En resumen, que vamos a jugar al fútbol de verdad, como unos chavales que realmente aman este deporte y nos vamos a dejar de gilipolleces. Pragano, como mi segundo de confianza, te voy a encomendar una misión de capital importancia.
-Dime.
-Asegúrate de que, después del partido, en este vestuario hay docenas de pizzas variadas recién hechas, cerveza para todos y un buen surtido de porquerías para picar...¿Vale?
-Descuida.
-¡Buen plan, ¿verdad, chavales?!
El vestuario en pleno rompió en aplausos y vítores.
-¡Pues vamos a por esa pandilla de creídos!
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