Pablo "Látigo" Bermúdez estaba dándole toques a una piña, no podía evitarlo.
-¿Preparando un numerito para el próximo anuncio?
El "Latigo" le propinó un brusco patadón a la inocente piña y la mando bien lejos. "El Lussa" sabía dónde tocar para que escociera.
-Ya sabe que odio los anuncios, míster.
-Es el precio por ser una estrella global y llevarse todo el dinero que te llevas, macho.
-Empiezo a estar un poco harto de todo eso.
-¿De qué? ¿De las fiestas, las tías, de los coches..?
-No, de la presión, de tener que ganar por cojones...Jugar partidos como el de mañana es la leche, pagaría por jugarlos, como cualquiera. Debería estar nervioso, pero esos nervios que están bien, como los de niños en la Noche de Reyes. Pero no, estoy nervioso en malo. Porque vamos a perder, porque toda la prensa se va a cebar con nosotros, porque van a decir que no soy el que era...que me estoy acomodando y todo eso. ¡Y una mierda, usted sabe que me dejo la piel en cada partido!
-¿Sabes lo que estaría bien? ¡Jugar el partido de mañana sin que nadie se enterara! Los mejores contra los mejores, y nadie más de por medio.
-Sí, si el fútbol fuera así, no ganaríamos un duro, pero...¡Estaría genial!
-¡Oye, pues vamos a hacer como si jugáramos un partido de barrio! Cuando termine, que le den a todos, nos encerramos en el vestuario, nos tomanos en unas cervezas y nos echamos unas risas comentando el partido.
-¡Vale, yo se lo digo al resto de lo chicos!
Y así, "EL Lussa" fue hablando con sus muchachos, uno por uno. Dejo al "capi" para el final.
-¿Cómo va la cosa, Gil?
-Normal, como siempre antes de los grande partidos. A veces toca ganar, esta vez va a tocar perder...
-¿Y no te da pena despedirte con una derrota?
Ese tío era más listo que el hambre.
-Todavía me queda un año de contrato, míster.
-En el papel tienes un año más, pero tú y yo sabemos que no en las piernas. Podrías seguir, y jugar -sin duda-, pero no serías el de siempre, la prensa empezaría a darte la murga con el rollo del comienzo de la decadencia, y ese no es tu estilo.
-Usted sabe mucho de esto, jefe...Lo pensaba anunciar el lunes, después de que todo esto pasara...Nadie verá a Gil Pacheco arrastrándose sobre un terreno de juego.
-Así que mañana es el último grande...
-¡He jugado y ganado muchos!
-Sí, ya eres historia del fútbol nacional, eso no te lo puede quitar nadie. Pero, según yo lo veo, cuando un jugador sale al campo derrotado, no juega, se arrastra. Así que, como tú mismo me has dicho que no quieres que te vean arrastrándote, mañana no te saco...
"¡Qué zorro cabrón!", pensó el futbolista.
-No, míster, yo estoy para jugar mañana, al 100 por 100.
La cena fue lo que cabía esperar, pero, dado que llevaban horas sin probar bocado, allí nadie rechistó. A las once se dio la orden de todo el mundo a las literas, apagar luces, silencio y a descansar. Y al que se pillara charlando, a darse cinco vueltas al patio, para que le entrara sueño.
Entonces fue cuando Manolín Ponce se metió en la cama con sus flamantes guantes de portero puestos. Había hecho lo mismo antes de su debut como infantil y sintió la necesidad de repetir la experiencia. "Látigo" se percató del particular y empezó la guasa. Ya no sentía aquellos nervios tan malos.
A las dos menos cuarto de la mañana, algunos de los mejores futbolistas del planeta trotaban muertos de risa y en calzoncillos por la total oscuridad.
Gil Pacheco iba en cabeza. Hacía rato que el capitán se había percatado de que el "míster" no había montado todo aquello para justificar una derrota, sino como una maniobra desesperada para lograr la victoria.
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