Dicen los más viejos del pueblo que hubo una época en que el reloj del ayuntamiento daba la hora medio bien. Aunque cuesta creerles, porque desde hace décadas, el reloj de la plaza hace lo que le da la real gana.
Todo el mundo da por hecho que está roto, y todo el mundo supone que habrá que arreglarlo, pero ningún alcalde ha realizado las gestiones pertinentes. Todo lo que hacen, de vez en cuando, es enviar a Marcial en misión especial a ponerlo en hora. Pero es inútil, porque en cuestión de minutos, el reloj ya está marcando las horas que a él le parece.
-¿Ya está otra vez mal el reloj, macho? -siempre le pregunta el alcalde Iván.
-Es que éste es un libertario que hace lo que le sale de ahí -siempre se limita a responder Marcial mientras se encoje de hombros.
Eso mismo dice la leyenda, que oportunamente los más viejos del lugar también le contarán, que cuando en España dejo de haber Libertad, que cuando todo era un ordeno y mando, los espíritus de los que habían muerto por luchar contra la opresión en todo el país vinieron a Gracia del Río y se refugiaron en el reloj, al que obligaban a dar siempre mal la hora. De ese modo, se mofaban de ese gobierno que creía y ansiaba tenerlo todo tan controlado, medido y reglado. Esa era su manera burlona y rebelde de demostrar que uno puede arrinconar a la Libertad, pero nunca matarla.
(Lo que no explica la leyenda es por qué el reloj seguía siendo así, ahora que el país era una Democracia. Quizás esta era la parte más inquietante de la leyenda).
Leyenda o realidad, lo cierto es que, cuando usted visite Gracia del Río, verá a sus gentes sentadas en la plaza, o paseando por su pueblo, y siempre ignorando las horas, las medias y los cuartos que cantan sonoras las campanas del reloj del ayuntamiento.
Porque, lo puede usted dar por seguro, si el reloj da las cinco, es cualquier hora menos esa.
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