-¡Joder, el viejo está cojonudo! ¿De dónde lo habéis sacado?
-Aquí al lado, rebuscando en los cubos de basura del súper. Rebuscando él, me refiero, Don Álvaro.
-¡Mira, entonces le va a venir muy bien la propinilla que le demos! ¡Para que luego digan que en Garborsa somos unos desalmados!
-Quizás también le podemos dejar que se quede a la cena fría.
-Mejor le damos las sobras al final, no vaya a ser que se pase de ansioso al ver tanta comida junta.
-Como usted diga, Don Álvaro.
* * *
A "Mikeko" Lozaneda, representante de futbolistas, le molestaba -y mucho- el tópico de que todos los de su profesión eran unos golfos y una mafiosos. De hecho, podía nombrar a uno o dos compañeros que eran unas bellísimas personas (dentro de lo que cabe).
"Cabrinha" no daba un paso sin la supervisión, asesoría y aprobación de "Mikeko". Gracias a eso, disponía de una más que suculenta cuenta poco corriente en el banco. Como el propio "Mikeko" decía: "Yo le soplo una cantidad indecente de dinero por asegurarme de que soy el único que lo hace".
En efecto, la habilidad de "Cabrinha" para sortear defensas y porteros sólo era comparable con su capacidad para gastarse dinero. Era famoso su "arcoíris de Ferraris" (uno de cada color del susodicho) o la piscina del tamaño de un campo de fútbol de su mansión de Brasil.
Muy posiblemente, cuando se acabara el fútbol, habría que prescindir de algunos lujos. Pero eso ya no sería problema de "Mikeko".
"Cabrinha" donaba cada año 50.000 euros para obras sociales en su Brasil natal. Obviamente, con ese dinero se podían hacer maravillas. Pero, dado que el futbolista ingresaba 10 millones anuales entre unas cosas y otras, quizás cabía plantear alguna duda sobre la verdadera generosidad del astro.
-Moitas Gracias.
Ese fue todo el discurso de agradecimiento, ¿para qué más?
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