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lunes, 27 de junio de 2011

¡Enhorabuena por el Don Álvaro! (8)

-Miren, señoras y señores. debo confesar que me da cierto apuro, e incluso puede que hasta rubor, recibir este premio en presencia de José María Jimeno, porque a mí me parece que él es tan o más "Comunicador con Corazón" que yo. Y puedo dar buena fe de ello, que Chema Jimeno y yo nos conocemos desde hace más de treinta años y este castellano recio, de los que ya no quedan, trabajador honrado e infatigable, hace muchísimas cosas por los demás. Pero bueno, Chema, este año soy yo, pero no me queda ninguna duda de que el año próximo, el otro a más tardar, serás tú.

Espinosa sonrió. ¡Cómo estaba disfrutando Vicente Garguela restregándole la estatuilla por la cara a Jimeno! Nombrar "Comunicador con Corazón del Año" a cualquier otro habriá supuesto el fin de los premios, ya que el muy divo Garguela se habría encargado personalmente de desacreditarlos por las ondas hasta hundirlos en la miseria, aunque sin insultos o faltas de consideración, por supuesto. Garguela era mucho más sutil que todo eso, y esa era la razón de que fuera el mejor, de que fuera el pastor del rebaño de las ovejitas que se creían libres.

-Y en fin, señores, que por mucho que se haga por el prójimo, uno siempre se queda con la sensación de que podría hacer mucho más. Y con esta solemne promesa acepto este premio y termino estas breves palabras: con la promesa de seguir en la brecha, del lado de los débiles, de los humildes, del lado, en suma de la justicia y la verdad, ésas que algunos nos quieren roban. Por fortuna, muchos no se lo vamos a consentir. En suma, amigas y amigos, que esta preciosa escultura, que este "Don Álvaro de Oro" es como una espuela que se me clava en las carnes del alma y la conciencia, y me impulsa a seguir luchando -con renovados bríos- por todos ustedes. De nuevo, muchas gracias a la Fundación Garborsa y muchas gracias a todos ustedes.  

Los aplausos tomaron la sala al asalto, atronadores. Algunos de admiración, otros de respeto. El resto, simplemente de miedo. Siempre conviene dejarle claro al ogro que uno está de su lado.

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